Se cierra la campaña y el pueblo expresa su repudio a los partidos neoliberales
La indiferencia popular es el repudio a la política que solo favorece a los ricos y hace más pobres a los pobres Pueblo Unido el único partido que representa al pueblo trabajador.
Humberto Vargas Carbonell
La opinión dominante en el actual proceso electoral es el desinterés de las masas populares, la ausencia del viejo entusiasmo. Esta es una campaña, salvo la excepción de Pueblo Unido, del cual hablaremos después, lo más significativo es el silencio popular. A menos de veinticuatro horas de la apertura de las urnas, ninguno de los partidos de la gran burguesía logró quebrar los bloques del silencio y de la absoluta indiferencia.
No ha faltado quien interprete este fenómeno con una tonta inculpación contra las masas populares.
Es una “barbaridad”, dicen algunos, que la mayoría de los ticos no sepan por quién van a votar, y otros, peor, porque han decidido no votar por ninguno de los candidatos.
Esa mayoría de los ticos, es precisamente el pueblo, es decir parte de los obreros, de los campesinos, de los trabajadores por cuenta propia, de los campesinos pobres y de los pescadores que son aún más pobres.
En esta sociedad dominada por ricos y riquillos, por corruptos y delincuentes, aparece como un delito de traición que los pobres explotados decidan no hacer el juego de los usufructuarios del poder burgués. El poder burgués –por ahora sin nombre—significa el ejercicio del poder político sin honestidad y sin patriotismo.
El poder burgués, con distintas posturas y profundidades, arrastra, con la fuerza de un huracán, a la sociedad al reino del enriquecimiento ilícito y a la entrega, de lo que pertenece a todos, al disfrute de monopolios extranjeros.
Este ha sido el panorama, sin excepciones, pero con distintos rasgos, desde 1948, cuando el Decreto 105 de la Junta Fundadora de la Segunda República ilegalizó al Partido Vanguardia Popular, cometió el crimen del Codo del Diablo y muchos otros. Se ilegalizó a otros partidos, incluyendo al Partido Progresista Independiente, encabezado por don Joaquín García Monge. Subrayo estos momentos, aunque podría contar muchos más casos, para mostrar cómo nació el sucio y doloroso divieso que hasta hoy no cesa de ensuciar a nuestra historia con su maloliente purulencia.
Es imposible olvidar la época cuando dos partidos—maldito bipartidismo—lograron dominar las acciones políticas, arrastrando al pueblo a actos absolutamente contrarios a sus intereses fundamentales. Fueron años amargos, la izquierda ilegalizada y dos partidos, igualmente anticomunistas pero acusándose mutuamente de ser comunistas. Así hacían anticomunismo los hipócritas, sirvientes del imperialismo yanqui.
Regresando a lo de hoy, reafirmamos nuestra convicción de que es el pueblo, es decir los electores, quienes tienen razón cuando rechazan, con fundamento en la experiencia histórica, el manejo arbitrario, carente de seriedad y, además, oneroso de las campañas electorales. La “sanción social” es una vía absolutamente legítima de expresar la opinión política. Votar, no votar o anular la papeleta son modos igualmente legítimos de expresar la opinión popular sobre los candidatos y los partidos.
Las campañas electorales de los partidos que pueden invertir ilimitadas sumas de dinero se convierten en un sainete, es decir, según la quinta acepción del Diccionario de la Real Academia: “Salsa que se pone a ciertos manjares para hacerlos más apetitosos”.
Esta salsa costó a los contribuyentes 25 mil millones de colones en la campaña anterior y, en la presente, poco menos de 20 mil millones.
Con estos dineros no solamente se montan campañas insulsas, también se convierten en ganancias enormes para los bancos privados y para algunos dirigentes políticos. Para algunos pastores esta campaña será el diezmo de los diezmos, bendecido por el Ministerio de Hacienda y por el Banco Central, todo con la bendición del Tribunal Supremo de Elecciones. Y agrego: algunos partidos cobran sumas millonarias a sus precandidatos, de tal manera que para llegar a ese olimpo es necesario ser millonario o contar con el favor de quienes lo sean; algunos, por su oficio, capos del crimen organizado.
La gran pregunta: ¿tiene el pueblo honesto y trabajador derecho a protestar contra esta situación y contra la del pasado reciente?
Sí y sí. El pueblo tiene razón, no tiene la obligación de ser parte de este juego; más bien tiene el deber de desenmascarar a los que llaman “democracia” a la escalera que les servirá para llegar a las alturas de los negocios sucios y del enriquecimiento ilícito. Desde esas alturas también entregan a los monopolios imperialistas lo que pertenece al pueblo. Esos no conocen la voluntad de Juan Rafael Mora que nos enseñó que “el que no cuida lo que tiene termina siendo inquilino en su propia casa”. No es acaso cierto que ya somos inquilinos en nuestra propia casa. Ahí mandan ahora el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y otros agiotistas internacionales.
Ahora todos los políticos de los partidos burgueses renunciaron a pensar, todos, sin excepción sirven al mismo señor: el neoliberalismo. El que da poder al neoliberalismo está conspirando contra el pueblo y contra la patria.
En la oscuridad neoliberal y de la traición, brilla una estrella, la estrella de Pueblo Unido. Rutilantes las ideas y excelentes propósitos, ese es el partido del pueblo trabajador, de los obreros, de los empleados, de los campesinos, de los trabajadores independientes y de los pescadores. Ahí, no encontraras corrupción, ni financistas capos del crimen organizado, ni entreguistas ni vende patrias. Todos son trabajadores honestos. Precisamente por eso los grandes medios lo repudian o lo ignoran. Pero es por mucho la única opción decente en esta campaña electoral.
Esta coalición renació para luchar y crecerá luchando hasta lograr el cambio social, inspirados por el patriotismo y por la decencia pública.