Un gobierno sin programa y sin orden nos entrega al FMI

El marketing político elige presidente cómo se escoge un refresco gaseoso, es obligatorio es debate político serio y un compromiso y ético. Nada de esto nos ofrecen ni los partidos burgueses ni el tribunal electoral. Que se termine la charanga y hacer que florezca la patria ahora marchita, Pueblo Unido es la respuesta de los patriotas.

Por: Humberto Vargas Carbonell
Secretario General PVP

No parece natural que un gobernante joven y promovido por un partido nuevo, que nació prometiendo a los electores una lucha sin cuartel contra la corrupción, llegara a convertirse en un gobierno tan disperso, tan caótico y tan brutalmente derechista.

Este fenómeno es el resultado, casi natural, de la desaparición de la discusión política que ha sido sustituida, por esa insulsa charanga a la que han dado en llamar “marketing político”. Ese fenómeno implica, no solamente la ausencia de la imprescindible seriedad para elegir a las autoridades, es que también arrastra un fenómeno ético: la irresponsabilidad en el cumplimiento de lo prometido.

Pretender un puesto político sin un programa que implique un compromiso ético, es también una manifestación de corrupción. No existe otro calificativo más claro que éste, ya que la corrupción no se define solamente por el robo, sino también por el incumplimiento de deberes.

Obviamente no voté por el señor Alvarado, ni por ningún otro candidato que representante de los intereses de las clases explotadoras, pero, a decir verdad, me sorprendió que, por la ausencia de planteamientos propios, el PAC se viera obligado a pedir de prestado el programa al candidato Rodolfo Piza. El excandidato de la Unidad Socialcristiana, fue Ministro de la Presidencia y, en este momento, ayudante en la OEA del corrupto Luis Almagro. Para dar reforzar la falsa idea de una unidad nacional, el presidente también incorporó a su grupo ministerial a la señora Patricia Mora que se dice “comunista” aunque nunca militó en ninguna organización revolucionaria. El tal “gobierno de unidad nacional” se convirtió en un fiasco más del Partido Acción Ciudadana; pareciera que señor Alvarado decidió poner una lápida mortuoria sobre el cadáver de las buenas, aunque ingenuas, intenciones del grupo de electores que lo eligieron Presidente.

Dos períodos presidenciales, 8 años con la máxima responsabilidad política, han puesto de manifiesto la incapacidad del PAC para una política decente y patriótica. Las injusticias sociales crecen con la fuerza de las malas hierbas y retoña el entreguismo como una planta venenosa. En eso se ha convertido el huerto que prometió el Partido Acción Ciudadana.

Esos electores progresistas tendrán que buscar nuevas tiendas, capaces de abrigar la responsabilidad y el patriotismo ausentes en el PAC. Las buenas intenciones tienen ahora la posibilidad de resucitar en una opción política de gente decente y con capacidad para la construcción de una nueva vida para el pueblo costarricense. La única opción consecuente y honesta es el Partido Pueblo Unido.

Es cierto que algunos de los problemas que afronta el señor Alvarado son el resultado de la acumulación de errores y de nefastas políticas de gobiernos anteriores, desde la Presidencia de Luis Alberto Monge Álvarez quien, con el PAE 1, negociado con el Fondo Monetario Internacional, dio inicio a la tragedia del Neoliberalismo. Los llamados Programas de Ajuste Estructural (PAE) con el Fondo Monetario Internacional, son obra del Partido Liberación Nacional. Después nos llegó la pandemia social con el nombre de Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos. Este es obra principalmente del más nefasto político antipopular de nuestra historia: Oscar Arias Sánchez.

La amenaza neoliberal ha nublado aún más el paisaje costarricense de pobreza, de enfermedad, de hambre y desocupación y en lo más grave la destrucción de la economía campesina.

La pandemia del Covid 19 agravó los problemas de los trabajadores, de todos los pobres y de los pequeños empresarios, quienes, desde hace muchos años, están sufriendo la crisis, cuando no es por una causa es por otra. Lo permanente es la explotación contra el pueblo que ejercen los extranjeros imperialistas y los burgueses criollos (¿se les podrá llamar criollos?)

El mal permanente en esta época es el llamado “neoliberalismo” o “Consenso de Washington”. Es el nuevo nombre del demonio imperialista.

No faltará quién pregunte: ¿es válido hablar del neoliberalismo como una tragedia?

Por supuesto que es absolutamente válido. El conjunto de directrices e imposiciones del neoliberalismo están dirigidas principalmente a dos objetivos centrales: destruir o apoderarse, según sea el caso, del sector estatal (público) de la economía, impedir el desarrollo endógeno de la economía nacional, centrar el “crecimiento económico” en base a inversiones imperialistas y la sobreexplotación de la clase obrera y el empobrecimiento y destrucción de los sectores medios y de pequeños empresarios, tanto en el campo como en la ciudad.

El fin último del modelo neoliberal es establecer el monopolio de la propiedad privada capitalista sobre todos los medios de producción y eliminar todos los derechos de los trabajadores, tanto en cuanto a su organización sindical como a sus recursos legales de defensa.

Para alcanzar este propósito luchan permanentemente  y coordinados los burgueses de aquí con los monopolios imperialista; para tales fines utilizan a los partidos políticos de los burgueses vendepatrias y la venalidad de los principales medios de información.

El neoliberalismo, sostenido y usufructuado por la cúspide de los explotadores sometidos y serviles,   conduce inevitablemente a una política contraria a los intereses nacionales, es decir, a una acción antipatriótica y bestial contra la clase trabajadora y contra los sectores medios de la burguesía nacional.

El modelo de la dependencia neoliberal tiende a que los países sometidos se conviertan en semicolonias, es decir, en gobiernos de apariencia nacional pero enteramente sometidos a los dictados del imperialismo, en nuestro caso, a los poderes de los yanquis.

Ese es el caso de nuestro país.

El Gobierno de Carlos Alvarado ha colocado a la sociedad costarricense al borde del despeñadero en que se despeñan los traidores.

Para no caer solo hay un camino, la unidad popular y la lucha. Firmeza y valentía para luchar con la fuerza que dan el amor a la patria y que se inspira en el ejemplo luminoso de los héroes y mártires de que derrotaron a los filibusteros. Juan Rafael Mora, José María Cañas y Pancha Carrasco son la fuerza moral de los luchadores por  una patria nueva.

No debemos olvidar la vieja consigna que fue siempre la expresión del patriotismo y de la lucha por la justicia social: “Solo el pueblo salva al pueblo”. Este era el grito de salvación en las horas duras de nuestra historia. Esa es la esencia de la conciencia de clase de los trabajadores y de todas las víctimas del capitalismo salvaje.

Es necesario reactivar las energías populares, tan debilitadas en el presente momento. Nunca antes, en la reciente historia nacional, los ricos explotadores fueron tan poderosos económica y políticamente como lo son en que en este momento.

La gran burguesía, vale decir los grandes ricos, hacen gala de un poder total y absoluto contra el pueblo trabajador y contra las pocas instituciones que aún pueden considerarse “derechos legales del pueblo trabajador”. Incluso los derechos constitucionales están siendo pisoteados por el Gobierno, por la Asamblea Legislativa y por la Sala Constitucional. Los abusos contra la clase trabajadora definen el momento; esto nos exige a todos agudizar la conciencia popular y patriótica; no más engaños electoreros   que han robado la justicia a la sociedad costarricense.

Luchar es organizarse y organizarse es unirse. Nada de esto será posible si los trabajadores y sus organizaciones no son capaces de discernir entre quienes son sus compañeros y quienes los enemigos. Este discernimiento es el primer deber de los dirigentes sindicales y de otras agrupaciones populares. Es razonable e inevitable que haya opiniones diversas y hasta contrapuestas entre las organizaciones y sus dirigentes. Pero no es válido que la contraposición se exprese en relación con los derechos y los valores de un pueblo explotado y oprimido. Alegar diferencias para obstaculizar la unidad popular está muy cerca de la traición.

Llegó el Fondo Monetario Internacional, es el brazo largo de la dominación económica y política imperialista, es decir, del capital financiero, principalmente de los Estados Unidos. En la Unión Europea el FMI actuó como parte de un trío, la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el propio FMI. Llevó pobreza y dolor a los pueblos y enriquecimiento para los plutócratas.

Así ocurre en cualquier país donde logra asentarse y para ellos asentarse significa dominar.

El Presidente Carazo 1978-1982 logró resistir las presiones del FMI y del Gobierno de los Estados Unidos. Un hecho histórico que ha engrandecido su gestión presidencial. Un representante del FMI, llamado Bonangelino, proponía y proponía medidas antinacionales y el Presidente resistió. El gobierno siguiente, presidido por Luis Alberto Monge cambió el rumbo, se sometió y firmó el llamado “primer Programa de Ajuste Estructural y luego otros PAES fueron aprobados en los gobiernos de Oscar Arias y José María Figueres. Luego Oscar Arias hizo aprobar, en un referendo con fraude electoral, el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos.

Se abrieron las puertas por la que debían pasar los extranjeros imperialistas, taconeando, haciéndose dueños de lo ajeno, que nos pertenece a los que aquí nacimos.

Es hora de recordar las palabras de nuestro Libertador, Juan Rafael Mora Porras: “El que no cuida lo que tiene termina siendo inquilino en su propia casa”.

Esto no parece importarles a los oligarcas,  que en vez de una patria amada tienen cuentas bancarias; si esas cuentas se hinchan obviamente se alegran, aunque  la casa de todos se achique. Esta es la lógica, en todas las latitudes, del capitalismo explotador.

Las ilusiones son tan vanas como antes; los cambios serán para peor. Se especula sobre cómo será el mundo después de la pandemia, cuando los logros científicos pongan freno a los virus desatados. Pues no será mejor. Tampoco será mejor con la desaparición política del fascista y perverso Donald Trump. Los dueños del mundo no cambiaran, el mundo será igual hasta la desaparición del imperialismo. Sin el triunfo de la libertad solo la tragedia del cambio climático o una guerra nuclear lo cambiará o lo hará desaparecer. Pero ese será el cambio de la vida por la muerte.

Por encima herencia de muerte que nos dejará la pandemia y muy lejos de la desprotección del medio ambiente, el mundo será el escenario de su autodestrucción en tanto se mantengan las mismas fuerzas sociales en el poder, tanto en los países poderosos como en los sometidos. Lo que no destruya la naturaleza lo destruirán los locos sedientos de dinero y de poder. Estas brutales ambiciones son el mayor peligro que debe afrontar la humanidad.

Los pueblos que luchan y sus dirigentes abren rendijas de luz que habrán de ensancharse por las luchas de otros pueblos. Los que resisten nos representan a todos, son la única esperanza para la humanidad; es imprescindible acompañarlos. La solidaridad es la esperanza en un mundo oscurecido por la maldad, inevitablemente fascista, por el poder de los consorcios imperiales.

Es terrible, los grandes cambios que la humanidad necesita están detrás de  montañas de billetes producidos por el egoísmo y la avaricia de unos pocos. Duele escribirlo, no decirlo sería mentir: El mundo cambiará por la lucha de los pueblos, o el futuro será de destrucción y muerte.

Esta es la gran tarea de los pobres de la tierra, de los humanistas y de las mujeres y los hombres que se decidan por la lucha. Sin lucha popular el futuro es tenebroso.

Comencé a acariciar un libro—siempre lo hago antes de iniciar su lectura—y encontré una décima que quiero repetir. Dice así:

Mas van pasando los años,
las cosas son muy distintas:
lo que fue vino, hoy es tinta;
lo que fue piel, hoy es paño;
lo que fue cierto, hoy engaño,
todo es penuria y quebranto,
de las leyes de hoy me espanto
….
En este mundo moderno
Que sabe el pobre de queso,
Caldo de papa sin hueso

(Ver al AL FILO DE LA MODERNIDAD: LAS DÉCIMAS AUTOBIOGRÁFICAS DE VIOLETA PARRA COMO LITERATURA. Iraida H. López)

Las cosas andan muy mal en la política interna y peor aún en lo atinente a la política internacional. El centro de la política externa es precisamente la pertenencia al llamado “grupo de lima” (así, sin mayúculas porque no las merecen), que es un instrumento de obediencia absoluta a la política de Trump y Pompeo. Ellos practicaron una política criminal y sus secuaces han sido sus cómplices directos. Servir a estos bandidos es una mancha indeleble en la historia nacional.

Preguntado sobre este cartel de la infamia fascista, el señor Alfred de Zayas, experto independiente de la ONU, dijo lo siguiente: “El Grupo de Lima es otro bochorno en un mundo de bochornos. Actúa en violación de los artículos 3,19,20 y otros de la Carta de la OEA, se presta a las maniobras antidemocráticas del infame Luis Almagro y del demente Donald Trump” y ante otra pregunta agregó: “Hasta ahora Trump ha hecho lo que le da la gana sin preocuparse por una justificación válida. Si hay un estado terrorista en el continente es precisamente los Estados Unidos, cuya política de sanciones ha matado a decenas de miles de inocentes en Siria, Irán, Venezuela, Nicaragua, Cuba, etc. El terrorismo es precisamente eso—matar indiscriminadamente—matar para amedrentar, para crear caos y agregó: “llamar a Cuba terrorista es como llamar al Papa Francisco terrorista. No tiene sentido”.

El Gobierno de Carlos Alvarado es un cómplice privilegiado y ayudante directo en  los crímenes de Trump y Pompeo. Todo lo que se pueda decir de Trump se puede decir de los que han compartido su política criminal. El dolor de los pueblos, sus penas y sus congojas serán cobradas a todos los miembros del cartel de Trump.

Un agravante: Trump sirve a su propia clase, a los plutócratas del imperio; sus secuaces son traicionan a todos los pueblos de América.

Les llegará, más temprano que tarde, la hora de responder por sus crímenes.

Será la hora de un mundo nuevo y luminoso construido por los obreros, por los campesinos y por   todos los que hoy sufren los actos del capitalismo salvaje.

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