Es necesario un plan de desarrollo económico con sentido patriótico y popular

Tras la pandemia está la amenaza del hambre para los países dependientes, el neoliberalismo hace imposible un plan con raíces nacionales. Nuestro gran objetivo es la soberanía alimentaria, el desarrollo de la pesca artesanal y un estímulo especial para los negocios auténticamente nacionales.

Por: Humberto Vargas Carbonell
Partido Vanguardia Popular

La señora Claudia Dobles que es la esposa del Presidente Alvarado, está especialmente interesada en la construcción de un tren eléctrico en el Valle Central. Sobre ese tema dio una entrevista al periódico “La Nación” en la que hizo la siguiente afirmación: “Es la comisión de infraestructura y creemos que de entrada la comisión siempre ha apoyado y entendido que la inversión en infraestructura siempre es buena para el país porque genera desarrollo”. (La Nación 23 de mayo del 2020).

Obviamente la afirmación de la señora Dobles no es cierta; no necesariamente toda obra de infraestructura “genera desarrollo”, más bien, en algunos casos la inversión en este tipo de obras obstaculiza el desarrollo.

Las llamadas obras de infraestructura generan atraso en el desarrollo, puesto que pueden ser absolutamente inútiles o económicamente inviables.

Inútiles resultaron los recursos invertidos en la llamada “trocha” o en el bien conocido caso “la platina” y no son los únicos.

En otros casos los costos han resultado excesivos por obra y gracia de la corrupción, que se mueve y que, como el coronavirus no se ve pero que puede también segar vidas humanas. Nadie ignora que existen complejos clanes de delincuentes que, escondidos en los entresijos de la politiquería burguesa, logran burlar la justicia y hasta llegan a participar, entre bombos y platillos, en las disparatadas y onerosas inauguraciones.

Es necesario repetirlo, lo que se roban los corruptos al final de cuentas se lo roban al pueblo pobre que requiere los servicios públicos.

Estuve en la Asamblea Legislativa durante 8 años y nunca voté afirmativamente un préstamo con bancos extranjero y siempre pedí que se hiciera una auditoría de la deuda externa. Como era de esperar nunca fui oído, pero ahora, nada más porque no me canso fácilmente, repito mi petición.

No estoy generalizando porque no debo hacerlo y además porque estoy convencido de que la mayoría de los que participan en estos procesos son personas honestas. Pero los honestos a menudo están incapacitados para evitar el delito o porque no hace falta una legislación que abra los caminos de la denuncia seria y responsable, sin temor al despido o al enjuiciamiento que produce cargas indeseables y temores justificados.

La lucha contra la corrupción exige abrir, de par en par, las puertas por donde ha de pasar la honestidad administrativa.

El denunciante debe tener la protección del Estado y los fiscales deben dar curso a las denuncias sin más carga para el denunciante que la aportación de las pruebas que le consten.

Las grandes obras públicas no siempre se ajustan a las necesidades del país, aunque en abstracto sean necesarias, en lo concreto no corresponden a las posibilidades reales de la economía. La inversión pública en obras debe ser plenamente justificada, pero en abstracto sin una detallada concreción, según las necesidades comprobadas en el momento.

Creemos sinceramente que el deseo de la señora Dobles no resiste un examen con estas condiciones, porque este no es el momento para aumentar la deuda externa en 500 millones de dólares y porque hay otras necesidades urgentes.

Si la situación mejora será buena la ocasión para construir el tren eléctrico. Este no es el momento. Esta es la hora de la revitalización de la economía nacional, siempre cuando sea con un sello patriótico y no para servir a los monopolios extranjeros ni a los oligarcas angurrientos.

II

Es necesario priorizar los gastos imprescindibles para defender a la sociedad de los efectos de la pandemia del coronavirus, es decir, preservar la salud del pueblo y defender su vida amenazada.

Este tiene que ser el gran objetivo de la actividad pública y también de la privada.

Posponer la defensa de la salud es propiciar la muerte.

El derecho humano central, el más importante por ser obviamente el más humano, es defender la vida.

En el centro de este objetivo está la institución Caja Costarricense del Seguro Social y sus soldados de avanzada, los trabajadores de la salud. El esfuerzo de la Caja y de sus trabajadores debe ser financiados tanto como sea posible, sin distraer gastos que, en este momento concreto, resulten inútiles.

Como lo venimos diciendo, en este momento solamente es oportuno es desplegar una lucha abierta contra la corrupción y contra los corruptos. Si se tomarán las medidas que hemos propuesto, podrían mejorarse todos los servicios de salud pública y el pueblo estaría más dispuesto al sacrificio que impone el momento.

El gobierno tiene la obligación de ser cuidadoso en el manejo de la hacienda pública, no caer en la trampa de las posibilidades de endeudamiento.

El endeudamiento de los países pobres es efectivamente una trampa que utilizan los países imperialistas para someter a los pueblos. No tiene ahora ni lo ha tenido antes, un propósito benefactor; es un factor de dominio, al igual que todas las imposiciones capitalismo salvaje. Los bancos multilaterales, absolutamente todos, están dominados por el imperialismo norteamericano. El capital financiero es el cerebro y el corazón del capitalismo en su etapa imperialista, es decir, del capitalismo salvaje.

Endeudarse es en un elemento que garantiza buenas relaciones con los poderosos carteles del capital financiero que dominan todas las instituciones financieras, especialmente de los Estados Unidos. Pero, a la hora de cobrar, son bestias furiosas; no paran mientes en los daños a que someten a los pueblos de los países morosos. Exigen el pago apoderándose del sector público de la economía, privatizando los servicios públicos, eliminando o empobreciendo los servicios estatales a la población y empobreciendo más al pueblo trabajador. El endeudamiento público es una cadena que se forjando eslabón a eslabón para aherrojar a los pueblos.

Endeudar es esclavizar, endeudarse es someterse. Esta es la ley de todos los organismos de crédito dominados por los Estados Unidos y por otros países imperialistas.

Las deudas con las entidades manejadas por el imperio se pagan de muchas maneras: una, el pago con dinero efectivo, con la pérdida del patrimonio nacional y, sobre todo con el empobrecimiento de los obreros, de los campesinos, de los trabajadores llamados informales, de los pequeños y medianos empresarios y el menoscabo de la soberanía nacional. Es un precio demasiado alto y por ello inadmisible. La deuda se hace eterna y la dependencia también. Liberarse de la deuda con el imperialismo es parte inseparable del cambio social.

En medio de la grave pandemia, el imperialismo a nivel mundial y, en cada país, los capitalistas están haciendo esfuerzos para mantener su modo de producción a pesar de su grave crisis, reactivando las fuentes de la plusvalía, en base, como es obvio, a base de la explotación del trabajo humano. Pero este precio será muy elevado porque muchos tendrán que pagarlo con su vida y su salud. La consigna de “salvar la economía” significa, al final de cuentas, salvar las ganancias de los capitalista, ya no solo con el trabajo explotado, sino al costo de vidas de los obreros, los empleados y otros trabajadores.

Los casos extremos de esta política están claramente representados por la política de Trump, Presidente de los Estados Unidos y de Bolsonaro, Presidente de Brasil, ambos desembozados y declarados fascistas.

III

La oligarquía pretende el monopolizar la propiedad privada. Cuando los negocios de las pequeñas empresas resultan rentables los absorbe y a los otros que llama “pymes” los utiliza para su demagogia y no los deja crecer. Las llamadas “pymes” son sobrevivientes en el mundo tormentoso del capitalismo.

La oligarquía y también los monopolios se sirven de su Estado burgués, dominan al gobierno pero no pagan impuestos, se niegan a pagar impuestos para contribuir con los gastos públicos, como lo manda la Constitución Política.

El Estado (el gobierno) pertenece en última instancia a la clase dominantes, por derivación también a los monopolios gringos, les garantiza a ambos un poder total, pero esclaviza a los trabajadores.

Esta realidad la ocultan tras la mampara de la demagogia electoral. Han estrujado de tal manera los conceptos que, según acepción burguesa se define exclusivamente por un modo electoral impuesto por los imperialistas y eso cuando garantiza el triunfo de los serviles. Todo lo demás es dictadura y “régimen”. Han afinado de tal manera su estupidez que ahora hasta los golpes de Estado y los crímenes resultan ejemplo de democracia, si complaces a la Casa Blanca.

El neoliberalismo puso el mundo patas arriba, se acabó la razón del buen vivir.

El mundo al revés. Contrario a la lógica elemental tenemos que soportar un mundo donde el 1 por ciento de la población detenta el 80 por ciento de la riqueza acumulada en el planeta durante todos los milenios de la existencia del homo sapiens. Ese uno por ciento no se cansa de acumular, si es necesario organiza guerras si las necesitas y chupa cotidianamente los frutos del trabajo de miles de millones de seres humanos. Sus tentáculos son gigantescos y no respetan los derechos de nadie, ni de los individuos ni de naciones enteras. Todo es negocio, las pandemias y también las hambrunas.

Un pequeño ejemplo porque este es un pequeño país también podemos encontrar fenómenos semejantes. Los trabajadores de la salud nos están mostrando un brillante ejemplo de sacrificio y de patriotismo; desde los especialistas más brillantes a los trabajadores más sencillos de la Caja Costarricense del Seguro Social. La Caja ha sido un monumento vivo a sus creadores. No solo a los pusieron en marcha su creación hace ya más de cerca de ochenta décadas. La institución ha sido financiada por una contribución tripartida: cuota obrera, cuota patronal y cuota estatal.

Y así debe ser.

Ahora al señor Presidente del Banco Central se le ocurrió que la contribución patronal debe disminuir y suplir el faltante provocado por un aumento del impuesto al valor agregado (IVA). Es decir, trasladar la carga de la cuota patronal a los consumidores, es decir trasladarla de los ricos (los patronos) a los consumidores.

En buena lógica se trata de hacer más ricos a los ricos y más pobres a los pobres.

No se han dado los números concretos, pero lo dicho está dicho y demuestra que en cada momento se dan muchos ejemplos de cómo se va consolidando y agudizando la desigualdad humana.

La desigualdad es la más cruel violación de los derechos humanos.

Ante la propuesta del señor Presidente del Banco Central creo que lo más racional sería establecer un impuesto directo sobre el capital acumulado. En 1848 la llamada Junta Fundadora de la Segunda República estableció un impuesto al capital. Se cobró un 10 por ciento a todos los capitales superiores a los cincuenta mil colones. Ahora podría ser un ocho por ciento a todos los capitales superiores a 20 millones de colones o la suma equivalente en dólares. Esto sería justo. Además de este impuesto sería también justo que se cobrara el impuesto sobre la renta que eluden todos o buena parte de los llamados “grandes contribuyentes”.

Con el pequeño impuesto sobre los capitales y el pago del impuesto sobre la renta a los que ahora no lo hacen se podría hacer frente al problema de la pandemia hasta que llegue una vacuna eficaz.

Hay grandes posibilidades de que la vacuna—siempre y cuando no la monopolice el Presidente Trump—nos obligue a esperar mucho tiempo y también está anunciada la posibilidad de que en ese lapso que se produzca una grave escasez de alimentos.

Para enfrentar esta posibilidad será necesario hacer cambios radicales en la economía nacional. Nacional significa de todos y no solo de los oligarcas y de los monopolios extranjeros.

Para hacer modificaciones de la economía nacional es necesario hacer un plan de abarque todos los campos de la actividad productiva y distributiva.

Hay que tener en cuenta que para reactivar la economía es imprescindible aumentar el consumo. El consumo, como se suele decir, es el motor de la economía. Es lógico puesto que nadie produce lo que no es posible vender. Otras palabras el estímulo a los productores debe llevar aparejado el aumento del consumo solvente.

Esto no será posible con la construcción de obras de infraestructura. Ni el tren eléctrico ni la construcción de carreteras con aumento de la deuda externa podrán resolver el problema.

Lo más importante en este momento es aumentar la producción de alimentos. Los programas de ajuste estructural destruyeron la agricultura campesina. En este momento somos importadores de arroz, de frijoles, de maíz, de papas, de ajos, de cebollas, de carne, de leche y de muchos otros alimentos básicos. Los productores de azúcar de caña –que está en manos de grandes millonarios—han expresado el peligro de desaparecer por las políticas de los países imperialistas.

Si nos viéramos impedidos de importar esos alimentos nos moriríamos de hambre. Esa es la realidad. Ese sería el destino de los pobres. Lo dicho no es fábula, es una amenaza real, prevista por especialista de muchos países y por la agencia de alimentos de las Naciones Unidas.

Es urgente revivir la agricultura campesina destruida, sin prestar atención a las opiniones ni a las órdenes de los reyezuelos neoliberales.

El nacionalismo yanqui cada día pone en evidencia su carácter fascista. Su democracia es absolutamente falsa. El poder del capital financiero es por su propia esencia enemigo de la democracia.

Si la crisis, como es de esperar, se agudiza en los países capitalistas desarrollados, no tendríamos donde comprar ni con que comprar. La crisis puede hacer que las exportaciones nacionales disminuyan y con ello las divisas imprescindibles para comprar en el extranjero.

Por estas razones mantendremos nuestra lucha en favor de los campesinos sin tierra. Ellos saben y quieren producir. Pero solo podrán hacer con apoyo oficial, que deben lograr a través de la lucha organizada.

Los campesinos activos también necesitan apoyo del Estado.

El primer gran asesinato del neoliberalismo fueron los campesinos. El neoliberalismo está moribundo. Esta es la hora de levantar la agricultura campesina. Es la clave para garantizar la producción de alimentos y también el consumo. Producción suficiente y consumo solvente son las claves de la reactivación económica.

A la par del aumento de la agricultura existe la posibilidad de desarrollar una agroindustria moderna. Las uniones cooperativas podrían servir de sustento a este plan de agroindustria.

A cada familia campesina, una parcela y condiciones imprescindibles para producir. A partir de ese momento podríamos hablar, con fundamento real, del logro de la soberanía alimentaria.

La otra gran fuente de producción y de consumo solvente es la pesca. Cientos pescadores se pasan buena parte del año viviendo al borde la inanición. Lo más importante ahora producir, tener trabajo seguro y consumir. Los problemas del medio ambiente se resolverán en su momento, ahora los esencial es preservar la salud y la vida.

Mientras se alcahuetea a las grandes empresas atuneras que pescan sin control y sin contribuir a la riqueza nacional, mantenemos un control absurdo sobre la pesca artesanal. Esta realidad nos acerca al riesgo de un suicidio antipatriótico.

Las riquezas del mar son del pueblo costarricense y nada más. Las normas internacionales que proponen los grandes países tienen el propósito de dañar a los pobres y apoderarse de lo que no les pertenece.

Nos parece que debe también debe desarrollarse la agricultura urbana. La experiencia ha mostrado que esta modalidad productiva es muy beneficiosa especialmente para los pensionados. El Estado tiene la capacidad de ayudar a la actividad del pequeño comercio, a las actividades artesanales. Las pulperías y los talleres artesanales han desaparecido, pues hay que revivirlos.

La banca estatal, tiene que dedicarse especialmente a estimular y financiar el desarrollo nacional. Su tarea principal es servir al desarrollo nacional, ser apoyo para los campesinos, para los pequeños y medianos empresarios. Es evidente de que los bancos nacionales no están al servicio del desarrollo nacional.

Todo lo que signifique trabajo y riqueza para el pueblo debe ser estimulado.

Desarrollo de la minería artesanal y una empresa minera nacional, sin socios privados, que explote los yacimientos de oro y de otros materiales valiosos. El oro pasará a ser directamente la principal fuente de riqueza; las monedas dominantes, sustentadas en la confianza, están ya en crisis y a un plazo tendrán que ceder ante las monedas realmente convertibles.

A través del Banco de Desarrollo y de otras formas de financiamiento, estimular todas las actividades endógenas, tanto en la agricultura, la ganadería, la pesca, la agroindustria, la artesanía y el pequeño comercio.

Todas estas actividades económicas deben ser objeto de un plan único de desarrollo económico, patriótico y popular. No existe ninguna posibilidad de planificar el desarrollo nacional a base de parches ajustados a las posibilidades de deja el entramado neoliberal.

El desarrollo es popular y patriótico o no será. Esa es la decisión del momento para las organizaciones populares, los partidos de izquierda, los sindicatos, las cooperativas y todas otras expresiones de la voluntad popular.

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