Una opinión crítica del 11 de mayo en la Habana
Un encuadre previo: la ONG’s y los nuevos movimientos sociales como armamento del imperialismo.»
Por: Juan Reverter
El conservadurismo está en plena ofensiva en América Latina desde hace ya algunos años. Actuando de manera constante y subterránea, no quedó pasivo ante el fortalecimiento que tuvieron las opciones de izquierda -más o menos revolucionarias- en nuestra región, sobre todo en la primera década del presente siglo XXI. Fue en esa década que en varios países llegaron al gobierno (al poder parece hoy un poco iluso) muchas expresiones de izquierda, prácticamente todas, por la vía electoral. Y, repito, esa fue una campanada para los Estados Unidos, que veían por primera vez como su “patio trasero”, su “zona natural de influencia” comenzaba a resquebrajarse y surgían discursos y prácticas que cuestionaban ese “orden natural de cosas”.
Por algunos momentos la estrategia de los Estados Unidos parecía apoyarse en una práctica probada anteriormente, el intento de derrocar a esos gobiernos por la vía de la insurrección militar. Se dieron, al menos que yo recuerde, dos intentos en ese sentido en Bolivia y en Ecuador. Pero no fueron los ejércitos los que lo intentaron, fueron los cuerpos policiales. Y no fue el manido argumento del “rescate de la democracia” lo que usaron los instigadores de los intentos de golpe entre las filas policiales; fue un elemento más agitador, más cercano: La supuesta pérdida de beneficios. En ambos casos, por dicha, prevaleció la institucionalidad. Y también el imperio aprendió la lección.
Entran en juego las (mal) llamadas Organizaciones No Gubernamentales (ONGs), una categoría referencial amplia y demasiado ambigua como para caracterizar con precisión de que se trata. Porque si bien hay organizaciones que responden genuinamente a representar intereses de la sociedad civil, hay otras que son todo lo contrario, tal y como lo dice Guiliana Frecentese:
“Está claro entonces que, las ONGs son la punta de lanza del imperialismo, que actúan como organizaciones de otros gobiernos, y con su falso apoliticismo intentan poner a los Estados en contra de las mayorías del pueblo latinoamericano.” (http://www.revuniversitaria.com.ar/index.php/multimedia/266-ongs-instrumento-eficaz-del-imperialismo).
Obama mismo ya perfiló el papel desestabilizador de estas organizaciones quinta columnistas en su decisión de buscar la normalización de relaciones diplomáticas entre su país y Cuba. Con ello no estaba renunciando a la intención de destruir a la Revolución Cubana, tan sólo cambiaba las variantes tácticas. Y si bien su sucesor, Donald Trump, abandona esa línea de acción, la CIA ha continuado en el terreno con su implementación.
De manera muy simple, con el serio peligro de caer en un reduccionismo, se podría categorizar la secuencia de acciones de la siguiente manera:
Se identifica una situación que respondiendo a una genuina preocupación social esté en contradicción con una acción estatal. Muchas de estas situaciones se vinculan directamente con los llamados nuevos movimientos sociales (ecologismo, feminismo, diversidad sexual, indigenismo, etc.). Pocas o ninguna están vinculadas con los movimientos sociales tradicionales (sindicalismo, campesinado y estudiantes).
Se fortalece, mediante el apoyo económico y político, a personas que tengan alguna vinculación con ese ámbito en conflicto (apoyo económico para proyectos, viajes al extranjero, cobertura desmesurada de medios de comunicación, capacitaciones en el extranjero y asesoría del personal diplomático estadounidense).
Se generan matrices de (des)información entre la población, específicamente entre aquella más sensible al tópico que se trabaje, especialmente, a través de las redes sociales (Facebook, Twitter, Instagram, etc.); estos vehículos informáticos tienen especial arraigo entre la juventud, la que se convierte en su población meta. En estas matrices se mezclan, de manera muy clara, noticias ciertas y falsas. Las primeras como elemento gatillador y las segundas como derivadas de las primeras, con una intención de crear estados de ánimo maniqueos: las ONG son las víctimas y los Estados son los victimarios, sin análisis crítico.
Por último, se realizan acciones de calle, convocadas usualmente por redes, para “demostrar descontento”, manipulando el derecho de manifestación y obviando elementos de legalidad básicos, buscando por todos los medios confrontaciones que permitan generar una cobertura mediática masiva en que, ineludiblemente, el Estado contra quien se realizó la acción es presentado como “autoritario, violador de los derechos humanos y anti democrático”. Si hay éxito y la matriz anímica se ha logrado enquistar en la sociedad, las reinvindicaciones originales -el pretexto- dan campo a las que realmente estaban detrás desde el principio; se inician acciones callejeras, usualmente revestidas de violencia contra quienes apoyan al gobierno, en que las demandas se presentan sin tapujos: Derrocar al gobierno de ese país.
En Nicaragua es muy claro como esta variante táctica se implementó con algún éxito, aunque no se ha alcanzado el objetivo final. Pero las consecuencias económicas, sociales y políticas han creado una situación delicada al interno de ese país. ¿Quién se acuerda cuál fue el motivo original de las movilizaciones? Supuestamente era para protestar por una modificación al régimen de jubilaciones. En menos de 48 horas se pasó de “defender a los viejitos” -según la terminología usada por los mismos manifestantes- a “que se vayan los Ortega”. ¿Y los viejitos? Muy bien gracias.
Los eventos en la Habana del 11 de mayo
Los medios internacionales dieron cuenta de un evento sucedido en La Habana el pasado 11 de mayo. Si nos ateníamos a las versiones de CNN, Nuevo Herald, Fox News y otros de su calaña, tal parecía que en el Paseo del Prado, en Rampa y el Malecón se libraba una batalla campal entre la policía cubana y manifestantes LGBTI, sea que formaran parte de ese colectivo o que simpatizaran con sus reinvindicaciones.
Si a cada evento que sucede en el mundo, lo que el sentido común llama la realidad se aceptan de manera pasiva, irreflexiva y acrítica las versiones noticiosas, la cosa se pone jodida. Yo al menos provengo de una tradición política e ideológica que me inculcó que ante un acontecimiento dado, la primera pregunta que debe hacerse es ¿porqué? Si nos quedamos en el ¿qué, cuando, donde y como?, solamente veremos lo evidente y nunca estaremos en capacidad de articular una explicación. Y ojo, no llamo a que se asuma mi explicación como la explicación. Pero tampoco es válido tratar de explicar algo sin haberlo pasado por el filtro y el tamiz de la criticidad.
Porque de Cuba por estos rumbos de la geografía centroamericana mucho se dice y nada se dice. Cuba es usada, aún, como el lobo del cuento, ese que acecha para comerse a la pobre Caperucita, usando las más bajas armas y triquiñuelas imaginables. En resumen: De Cuba se dicen muchas falsedades y muy pocas verdades. Y como quién con leche se quema hasta la cuajada sopla, hice ese ejercicio de recabar información para tratar de comprender que sucedió.
La primera cosa que se me vino a la cabeza fue que, de ser cierta la “brutal represión” a la que supuestamente fue sometido un grupo de personas LGBTI, se debía a una suerte de mantra que, desgraciadamente, aún repiten incluso gentes que están vinculadas a la izquierda: El Estado cubano es absolutamente intolerante con la homosexualidad y otras formas de manifestación de la sexualidad.
Esa afirmación pudo haber sido parcialmente cierta hasta hace unos años. Personalmente, después de vivir un año en La Habana, lo observé de primera mano. La sociedad cubana, sin haber podido librarse del lastre cultural de la homofobia, producto de cientos de años y como herencia de su pasado colonial español, mantenía visiones de mundo respecto a la sexualidad con raíces en el catolicismo y el patriarcado machista español. Pero también es cierto que desde hacía muchos años, desde organizaciones sociales cubanas, se venía trabajando de manera constante en contra de esos lastres. Fue especialmente valioso el trabajo pionero de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) que desde la década de los 70 impulsó la educación sexual como una necesidad para incidir en el cambio cultural, en un inicio, contra el machismo y la violencia contra la mujer y derivando, con el paso de los años, en ámbitos mucho más amplios, incluyendo la diversidad sexual.
El Grupo Nacional de Trabajo de Educación Sexual de la FMC,fundado en 1972, se reconstituye en 1988 en el Centro Nacional de Educación Sexual, que se convierte en un órgano asesor y consultivo del Ministerio de Salud, cuya misión es en sus propias palabras:
“Gestionar la aplicación de la política cubana de educación sexual al coordinar la participación de entidades y organismos que se encargan de la comunicación social, el trabajo comunitario, la educación, la orientación y la terapia sexual para contribuir a que el ser humano viva su sexualidad de forma sana, plena, placentera y responsable.”
En esta amplia concepción de su misión, y con el liderazgo de Mariela Castro Espín, se comienza poner sobre el tapete de discusión el tema de los derechos de la población LGBTI. Poco a poco se va incidiendo en la sociedad cubana que hoy es mucho más tolerante y menos violenta. Por supuesto que aún falta mucho, pero ese mantra no es cierto y quien lo repita, lo hace sin conocimiento de causa.
La siguiente premisa era entonces que el malestar era real por cuanto en la nueva Constitución de la República de Cuba, se eliminó de la versión final el derecho de las parejas del mismo sexo para establecer una relación matrimonial de pleno derecho. Sin embargo, quienes sostienen este argumento como explicación, obvian de manera grosera -no quiero pensar que adrede- algunos elementos importantes a considerar.
Ciertamente, en el borrador que se sometió a una amplia discusión popular, se incluyó como un derecho constitucional el matrimonio igualitario. En la version final que se sometió a ratificación por referéndum, este derecho ya no se incluía, dado que la comisión redactora así lo consideró pertinente. Nuevamente, ¿porqué? Esta vez la explicación la pude oír, de primera mano, en la voz del Canciller de Cuba, Bruno Rodríguez Parrilla, durante una actividad a la que fuí invitado con motivo de su reciente visita a Costa Rica.
Ante la pregunta que se le hizo, el básicamente esgrimió los siguientes argumentos:
Que tanto el Gobierno como el Partido Comunista de Cuba efectivamente habían considerado que los pasos que se venían dando en la eliminación de cualquier forma de discriminación por razones de la sexualidad de las personas, habían calado y con ello ya se estaba en condiciones de plantear el matrimonio igualitario.
Que en el marco de las discusiones populares del borrador del exto constitucional quedó en evidencia que la sociedad se encontraba profundamente polarizada en torno al tema del matrimonio igualitario.
Que para evitar que la discusión se polarizara en torno a ese tema, la Comisión Redactora que valoraba los miles de propuestas de enmiendas, decide no incluir el tema dado que se podría poner en peligro la aprobación íntegra del nuevo texto constitucional. Vale acá hacer la observación de que el mecanismo de consulta en urnas pretendía que el texto se aprobara o rechazara íntegramente, nunca enmienda por enmienda.
Sin embargo, esta decisión no debe verse como que el Estado cubano le da la espalda a los derechos de las personas LGBTI. Se dejó, por así decirlo, abierto un portillo, que se establece en el Artículo 42 de la nueva Constitución:
“ARTÍCULO 42. Todas las personas son iguales ante la ley, reciben la misma protección y trato de las autoridades y gozan de los mismos derechos, libertades y oportunidades, sin ninguna discriminación por razones de sexo, género, orientación sexual, identidad de género, edad, origen étnico, color de la piel, creencia religiosa, discapacidad, origen nacional o territorial, o cualquier otra condición o circunstancia personal que implique distinción lesiva a la dignidad humana. Todas tienen derecho a disfrutar de los mismos espacios públicos y establecimientos de servicios. Asimismo, reciben igual salario por igual trabajo, sin discriminación alguna. La violación del principio de igualdad está proscrita y es sancionada por la ley.”
Y en su Artículo 82, se define el matrimonio, sin hacer mención a que debe ser entre “hombre y mujer”, tal y como lo añoran los fundamentalistas conservadores:
“ARTÍCULO 82. El matrimonio es una institución social y jurídica. Es una de las formas de organización de las familias. Se funda en el libre consentimiento y en la igualdad de derechos, obligaciones y capacidad legal de los cónyuges. La ley determina la forma en que se constituye y sus efectos. Se reconoce, además, la unión estable y singular con aptitud legal, que forme de hecho un proyecto de vida en común, que bajo las condiciones y circunstancias que señale la ley, genera los derechos y obligaciones que esta disponga.”
Por último, y esto no es poca cosa, se incluyó una disposición transitoria, la decimoprimera, que abre un espacio para que el Estado y las organizaciones sociales y populares, puedan realizar tareas de concientización y sensibilización, que desemboquen en el establecimiento del derecho al matrimonio igualitario:
“DECIMOPRIMERA: Atendiendo a los resultados de la Consulta Popular realizada, la Asamblea Nacional del Poder Popular dispondrá, en el plazo de dos años de vigencia de la Constitución, iniciar el proceso de consulta popular y referendo del proyecto de Código de Familia, en el que debe figurar la forma de constituir el matrimonio.”
Creo que entonces, esa premisa tampoco es válida.
Agotadas estas premisas, debí plantearme la cuestión desde otro ángulo, desde otra perspectiva. Y es entonces cuando usé como premisa los elementos con los que inicié este artículo. Lo primero que debe decirse es que en Cuba se inició el 7 de mayo, en su XXII edición, las Jornadas Cubanas contra la Homofobia y la Transfobia. Si no recuerda los números romanos, con gusto se lo traduzco. Este es el año 12 en que se realiza esa actividad. Una actividad que se desarrolla en toda la isla, y que se extiende por 11 días, hasta el 18 de mayo y con la rectoría del CENESEX.
Una actividad tradicional en las 11 jornadas anteriores ha sido la llamada Conga Cubana contra la Homofobia, una suerte de versión cubana de los famosos desfiles del orgullo gay, pero con un contenido no sólo festivo, también político. Sin embargo, este año, se decidió suspender el desfile, en tanto se tenía información de que podría ser aprovechado por parte de colectivos contrarios al proceso revolucionario para provocar enfrentamientos y con ello generar imágenes de vídeo y fotográficas, que se usarían para gatillar una situación de desestabilización. Y a como está la cosa con los halcones de Washington sobrevolando Latinoamérica, parece sensato.
Y es que detrás de los organizadores se encontraban algunos personajes cuyos vínculos con los Estados Unidos son más que conocidos por parte de las autoridades cubanas: Ariel Ruiz Urquiola, que se presenta como un científico especialista en medio ambiente y líder ambientalista, pero que se ha demostrado que no realiza trabajo académico y sus aparentes trabajos de investigación han sido apropiados por él. También se encontraban Ileana Hernández, Yosmany Sánchez, Yennia del Risco, Oscar Casanella y Boris González. ¿Denominador común? Todos(as) mantienen lazos políticos y económicos con los Estados Unidos y han sido promocionados(as) como “líderes de la oposición cubana” (los adjetivos los obvio).
Y no es que no marcharan. A pesar de no contar con el permiso para hacerlo (creo que como pasa en casi que cualquier país del mundo), se concentraron en el Parque Central de La Habana y marcharon hasta el Paseo de Prado, sin que las autoridades policiales se lo impidieran. Al llegar a ese punto, la policía inicia un diálogo con los marchistas, para que se disolvieran y no siguieran adelante. Porque su aparente intención era llegar hasta el Malecón y cortar esa importante vía habanera.
El desenlace es el que se podía esperar. Son los marchistas, instigados sobre todo por Ruiz Urquiola, quien se enfrenta a la policía, les agreden y desoyen las llamados. Y como es de esperar, la policía debe actuar, procediendo a la detención de quienes incurren en los posibles delitos y faltas de desacato a la autoridad.
A mí no me queda duda de que lo que realmente estaba detrás de todo esto es una clara intención de llevar adelante acciones de desestabilización y generar notas gráficas para la prensa en el contexto de la creciente agresión estadounidense contra Cuba. Pero tal parece que tantos años de agresión imperial no han pasado en vano y la isla sabe como reaccionar: con firmeza pero con mesura.