La OIT en su laberinto
Por: Martín Rodríguez Espinoza
Seguramente las intenciones pudieron ser buenas cuando se creó la Organización Internacional del Trabajo, OIT, allá en Versalles, en el lejano 1919 (no es casualidad su fundación luego del triunfo de la Revolución Socialista de Octubre de 1917), un ente que desarrollara iniciativas en defensa de los y las trabajadoras en medio de la vorágine del desarrollo industrial y tecnológico del capitalismo. Sin embargo, los resultados al día de hoy demuestran que es un «simple cascarón», un edificio con gran cantidad de personal cumpliendo trámites burocráticos al servicio de patronos y gobiernos.
La OIT es un instrumento más de la superestructura capitalista sin poder de decisión y complaciente con el sector empresarial. Es un ente que ve como millones de trabajadores y trabajadoras de todo el mundo pierden derechos fundamentales, tanto en lo laboral como en lo económico, y supedita sus estadísticas a «las condiciones de la globalización» y las «buenas intenciones de gobiernos por querer mejorarlas».
Nada de esto es de extrañar, su composición «tripartita», integrado por los representantes de los gobiernos, de los sindicatos y de los empleadores, deja en desventaja a la clase trabajadora debido a la «unión incestuosa» entre patronos y gobiernos. Tan es así que son los gobiernos de turno quienes deciden la representación que asiste a las Asambleas anuales, máximo organismo de la OIT, definiendo cuáles sindicatos pueden asistir y cuales no, y casi siempre son los sindicatos y centrales «mejor portadas».
En estas «asambleas» no solo se discuten los temas más importantes relacionados a conflictos obrero-patronales, sino también de desarrollo y justicia social y laboral. Además, se elige al Director General, que nunca será un representante de la Federación Sindical Mundial, FSM, pero sí uno de las más cercanas a los grandes empresarios. Han sido electos en este cargo desde actores de cine de Hollywood, abogados, un ministro de armamento de la tercera República Francesa, pero nunca un representante de la FSM, y ya sabemos porqué.
Hoy 7 de marzo de 2019, con bombos y platillos la OIT publica que «Las diferencias de género relacionadas con el trabajo no han experimentado una mejora significativa durante 20 años, pero un nuevo informe de la OIT afirma que el camino del progreso es claro.», leyeron bien, «las diferencias de género relacionadas con el trabajo no han experimentado una mejora significativa durante 20 años» y seguidamente agrega que el «camino del progreso es claro», «bombetas» diría mi abuelita.
Mientras tanto la realidad nos dice que en Costa Rica, por ejemplo, el impacto del mayor desempleo de la historia de nuestro país, el desempleo aumentó en 89 mil personas al comparar los datos de diciembre 2017 y diciembre 2018. En total, se estima que 294 mil personas buscaban empleo y no lo tenían al finalizar el año anterior y de ellas, 148 mil eran hombres y 146 mil eran mujeres. No contabilizan los cientos de despidos de los primeros DOS MESES de 2019. El desempleo se disparó en el último trimestre del 2018, llegando al 12%, lo que representa un aumento de 2,7% respecto al registro 2017 que fue del 9,3%. Esto representa 89.000 personas más sin desempleo.
Las políticas neoliberales de este gobierno, del anterior, del tras anterior y el de los gobiernos, sobre todo desde 1986 a la fecha, han provocado que la agricultura esté a punto del colapso, la industria cierre, la pobreza y pobreza extrema aumenten y con ello el desempleo, la delincuencia y la inseguridad, eso sí, los empresarios se garantizan un ejército de mano de obra barata. En esta trama, todos pierden, hombres, mujeres, adultos, adultos mayores, y ahora hasta los adolescentes con la trampa de la «educación dual».
Toda esta situación puede variar con organización y lucha, la mafia politico-empresarial que tomado el poder no encuentra oposición a sus fechorías, sólo con unidad popular, organización y lucha podremos cambiar las cosas.
¿Y la OIT?, bien, gracias.