«Unos minutos con educadores en huelga»
La lucha del gobierno y de sus representados, la oligarquía y los monopolios extranjeros, contra a huelga han seguido los viejos patrones y agregado algunos nuevos rasgos.
Por: Humberto Vargas Carbonell
Lo común ha sido la vulgaridad y la ausencia de ética en la argumentación contra los propósitos laborales. Lo nuevo, la incapacidad oficial para la negociación de las demandas laborales. La preocupación ante el conflicto fue sustituida por el menosprecio y la arrogancia, cuando no por la violación de los derechos humanos. La mal llamada “negociación preliminar” estuvo a cargo del “Ministerio de Seguridad Pública” y de la “Dirección de Inteligencia y Seguridad”, esos organismos policíacos en la realidad de las cosas sustituyeron a los ministros presentes en las conversaciones quienes, al final, quedaron entonces reducidos a una simple cobertura estratégica para el engaño.
La soberbia oficial ha sido vencida por la dignidad patriótica de los maestros que de esta manera han dictado su más profunda y rica lección de civismo. Pareciera que la dignidad combativa de los grandes maestros de siempre, Carmen Lyra, Luisa González, Omar Dengo, Joaquín García Monge, Carlos Luis Sáenz y otros iguales a ellos, ahora redivivos, están presentes en conducción espiritual de estas gloriosas jornadas de lucha.
Esta jornada de lucha popular está produciendo un cambio en el rumbo de la vida nacional, pareciera que se acabó el conformismo y quedan así abiertos los caminos para una vida más justa y también más democrática. El gran enemigo de esta maravillosa posibilidad es la partidocracia corrupta y moribunda; volverán a escucharse los falsos cantos y cantaletas del engaño sistemático. Es el momento propicio para que el pueblo pueda construir su propio blindaje contra las mentiras y los engaños; protegerse con la verdad de la vida cotidiana de los maestros, los campesinos, los obreros y de todos los que sufren los rigores de la explotación oligárquica e imperialista.
El sujeto histórico imprescindible para un cambio como el que se anuncia es la unidad de todo el pueblo. Una unidad de iguales, sin absurdas hegemonías y sin dirigentes prepotentes y postizos; donde el mejor sea el que tenga más apoyo democráticamente comprobado. Sin olvidar que los dirigentes auténticos nacen en el trabajo y en la lucha. Nadie es dirigente por nacimiento. Los principios éticos de fidelidad a las necesidades de los trabajadores y a la voluntad de la mayoría son los ladrillos sólidos para la construcción de una nueva sociedad.
Esta unidad solo podrá ser auténticamente democrática si cuenta con un programa que recoja las propuestas de todos y las aprobadas por la mayoría. Cuando hablamos de todos hablamos de una comunidad de iguales.
El programa elaborado por la unidad debe ser una norma inviolable, exigible por igual a todos los participantes en el proceso unitario.
Las ideas que aquí resumo nacieron en un encuentro con un grupo de educadores en huelga. Mi propósito en esa reunión era escuchar y escuché con la atención y el respeto que ellos merecen.
Sus palabras, cargadas de valentía y buenos propósitos, me mostraron cómo la organización y la lucha engrandecen espiritualmente a las mujeres y a los hombres: mostraron que la nueva Costa Rica que todos queremos y anhelamos solo podrá crecer abonada por los sueños los patriotas y de los justos.
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Foto: Algunos de los educadores presentes aprovecharon para fotografiarse