La lucha por la justicia social y la soberanía nacional debe ser una lucha contra el neoliberalismo
El nuevo gobierno mantendrá el rumbo que marcan los intereses de los monopolios y de la oligarquía
Por: Humberto Vargas Carbonell
Creo no equivocarme si digo que el Pacto de Carlos Alvarado y Rodolfo Piza será el programa del próximo gobierno y que su contenido es absolutamente neoliberal. El neoliberalismo es su esencia. Y esto no es nuevo, pero los acontecimientos económicos y sociales que nos amenazan, pasarán, los negros nubarrones de hoy se convertirán en borrascosas tormentas sociales.
Este pacto, que nació con propósitos electorales, pero ahora, sin variantes significativas, será la guía del nuevo gobierno. Esta afirmación resulta no solamente de las palabras, sino también de los hechos expuestos ante las miradas del pueblo. Me refiero principalmente al anunciado nombramiento de los jerarcas de los ministerios, casi sin excepción, neoliberales en su práctica y en su pensamiento.
En ese futuro Consejo de Gobierno predominará una especie de fanatismo neoliberal. Y como es bien conocido no hay fanatismo bueno, todos son nefastos.
Hasta las mejores ideas y creencias, cuando se fanatizan matan la inteligencia y abren paso a las aberraciones más repugnantes. Son como las malas hierbas que nacen fuera de lugar, dañan los mejores cultivos y son de difícil erradicación.
El neoliberalismo es algo más que un modelo de explotación de las riquezas naturales y del trabajo de los países dominados. Este es el modelo del colonialismo clásico y también del llamado neocolonialismo. El neoliberalismo es un nuevo modelo de dominación que consiste en la imposición de diseños de organización social que quiebran abruptamente lo tradicional, tanto en el mundo de la economía, también en lo social e idiosincrático, así como en lo cultural.
A través de diversos recursos de influencia cultural, con el uso del monopolio mediático, de las llamadas redes sociales y otros instrumentos de penetración ideológica logran mediatizar la percepción de la realidad y así, en grandes sectores logran imponer valores que contradicen los intereses objetivos y básicos de una sociedad determinada. Parte de la población de algunos países, entre ellos el nuestro, viven en una realidad falsificada. Esta falsificación los hace vivir sin la historia propia y bajo la imagen de que los dominadores son superiores y que su poder es eterno e indestructible. Es una especie de esclavitud espiritual.
Las nuevas burguesías para mantener su hegemonía se han visto obligadas (pero de buen grado) a ser los portadores de la ignominia que dejamos resumida. Son burguesías apátridas y parasitarias. Los monopolios extranjeros se apoderan de las ramas fundamentales de la economía y ellos, como falderillos, recogen las sobras de su banquete. El dominio del capital financiero y la imposición de un modelo que privilegia la Inversión Extranjera Directa como motor de la economía ha provocado la desindustrialización.
Conforme las burguesías criollas son desplazadas de las inversiones productivas, se dedican a la especulación y se hacen más parasitarias y más reaccionarias. Su principal fuente de ganancia es el sometimiento a los intereses imperiales.
El dominio neoliberal está basado en la castración del derecho a la autodeterminación. Se pierde el derecho de decidir tanto en lo económico como en lo político.
Los imperialistas han logrado imponer un régimen jurídico dominante, dominio determinado porque está sobre la ley común. Es todo un sistema de convenios internacionales, blindados por el artículo 7 de la Constitución Política, que los coloca por encima de la ley, es decir que no pueden ser afectados por ningún acto soberano.
Entre esos convenios debemos incluir tres programas de ajuste estructural firmados con el FMI, el TLC, la Organización Mundial de Comercio y muchos otros. El neoliberalismo se convierte así en un rediseño de la sociedad costarricense, no se trata de que todo tiempo pasado fuera mejor, sino de que se ha producido un rompimiento en el devenir histórico, que se ha obstaculizado el curso normal del desarrollo de la vida los costarricenses.
Para conseguir tal propósito nos han robado la historia, incluyendo la gesta heroica de nuestro Libertador, Juan Rafael Mora Porras y la victoria sobre los filibusteros yanquis y su jefe, William Walker. Un pueblo que no conoce su historia es un pueblo política y moralmente empobrecido.
El neoliberalismo es un yugo. Es la sacralización de la ganancia de los monopolios y de los grandes capitalistas y el menosprecio de los intereses de todos los trabajadores asalariados y de los campesinos pobres.
Los organismos financieros internacionales son la policía de los intereses de los grandes banqueros.
Por eso el combate contra este modelo de dominación imperialista debe convertirse en lucha por el reconocimiento de nuestra soberanía nacional, del derecho a la autodeterminación y la justicia social.
Nos lo enseñó Juan Rafael Mora Porras, la libertad y la independencia debe ser el interés supremo de un pueblo.