La voluntad popular y la lucha revolucionaria que la acompaña nunca serán destruídas, la democracia popular será siempre más poderosa que la democracia putrefacta de los capitalistas

Cada vez que los movimientos y los partidos revolucionarios y progresistas pierden poder político, se hace más evidente que la tal OEA no es más que el Ministerio de Colonias del imperialismo yanqui. Y en consecuencia, ahí, para la mayoría de los diplomáticos-sirvientes, la tarea principal es hacer genuflexiones ante el altar de la ignominia, ante la figura sagrada de un santón idiota y perverso, que ahora se llama Donald Trump y que, en el pasado, ha tenido muchos otros nombres, de los cuales no quiero pronunciar ninguno para no agravar mi repugnancia.

Resulta que encontré en internet, mientras buscaba otras informaciones, la transmisión de la sesión extraordinaria de la OEA que se realizó en estos días, para atacar al pueblo venezolano y a su revolución. Su propósito: imponer a Venezuela conductas sobre sus problemas internos, fijar fechas para sus elecciones, descalificar a los tribunales y a todas las instituciones públicas, incluyendo a su presidencia. Claro que todos estos propósitos se estrellarán contra el formidable muro de la dignidad del Gobierno venezolano y de su pueblo.

No tengo ningún interés en ensayar una crónica de lo que oí y ví, eso sería quitar la cubierta a un tanque de porquería nauseabunda en cuyo fondo se encuentran revueltas la hipocresía, la mentira y el servilismo ante un poder que nos domina para robarnos nuestras riquezas y nuestra dignidad.

Algo había que soportar y soportamos la halitosis ética de los esclavos del imperio, disfrazados de diplomáticos.

La palabra más repetida fue “democracia”.
Y esa palabra, que podría considerarse la más hermosa de nuestra bella lengua castellana, ha sido la más maltrecha y hasta prostituida por los explotadores capitalistas.

El capitalismo y también los imperialistas se han apoderado del concepto de tal manera que lo han convertido en sinónimo de explotación capitalista y de dominación de pueblos enteros por potencias imperialistas. Rechazar tal intento es un deber primordial de todos los revolucionarios y fuerzas progresistas, aceptarlo es caer en las redes del oportunismo.
Sin profunda justicia social no puede haber democracia, porque en el sistema capitalista es imposible un gobierno del pueblo. El poder de los grandes ricos, por sí mismo, le borra el sentido al concepto democracia.

En el centro de la discusión estuvo “la democracia”.

Los bandidos levantaron las banderas de la democracia falsa y putrefacta, tras las cuales se esconden las diferencias sociales, la explotación del trabajo ajeno y todas las vilezas del imperialismo.

En la democracia venezolana flamean las banderas de la igualdad, de la justicia social y la perspectiva de una sociedad socialista.

Los falsarios que quieren asesinar a la verdadera democracia, tuvieron más votos que los patriotas, pero no vencieron
Venezuela chavista y revolucionaria continua venciendo dificultades con el apoyo del pueblo.
Los serviles de Trump no vencieron porque el patriotismo está vivo y combativo.

La lucha popular es la esperanza segura del advenimiento de la verdadera democracia.
La falsa democracia es una máscara que caerá destruida por la energía revolucionaria de los pueblo.

Un dato final.

Contra la democracia chavista y revolucionaria votaron los serviles: Uruguay, Bahamas, Santa Lucía, Argentina, Barbados, Brasil, Canadá, Chile, Colombia, Costa Rica, Estados Unidos, Guatemala, Guyana, Honduras, Jamaica, México, Paraguay y Perú.

Por la dignidad latinoamericana se pronunciaron: Venezuela, Bolivia, Nicaragua, Surinam, Dominica, y San Vicente y las Granadinas.

Se abstuvieron: Ecuador, El Salvador, Haití, República Dominicana, Belice, San Cristóbal y Nieves y Trinidad y Tobago.

 

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Humberto Vargas Carbonell

Secretario General PVP

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