Principios de filosofía (8): El materialismo filosófico (2)
Por: Georges Politzer
CAPITULO SEGUNDO
¿QUÉ SIGNIFICA SER MATERIALISTA?
I. UNIÓN DE LA TEORÍA Y LA PRÁCTICA
El estudio que realizamos tiene por fin hacer conocer lo que es el marxismo, ver cómo la filosofía del materialismo, al volverse dialéctica, se identifica con el marxismo. Ya sabemos que uno de los fundamentos de esta filosofía es la relación estrecha entre la teoría y la práctica.
Por eso, después de haber visto qué es la materia para los materialistas y luego cómo es la materia, es indispensable decir, tras estas dos cuestiones teóricas, qué significa ser materialista, es decir, cómo actúa el materialista. Es el lado práctico de estos problemas.
La base del materialismo es el reconocimiento del ser como creador del pensamiento. ¿Pero basta con repetir continuamente esto? Para ser un verdadero partidario del materialismo hay que serlo: 1) en el campo del pensamiento; 2) en el campo de la acción.
II. ¿QUÉ SIGNIFICA SER PARTIDARIO DEL MATERIALISMO EN EL CAMPO DEL PENSAMIENTO?
Ser partidario del materialismo en el campo del pensamiento es -conociendo la fórmula fundamental del materialismo: el ser produce el pensamiento- saber cómo se puede aplicar esta fórmula.
Cuando decimos: el ser produce el pensamiento, tenemos una fórmula abstracta, porque las palabras ser y pensamiento son palabras abstractas. Al decir el “ser”, se trata del ser en general; al decir el “pensamiento”, se quiere hablar del pensamiento en general. El ser, así como el pensamiento en general, constituyen una realidad subjetiva (ver en la primera parte, cap. IV, la explicación de la realidad subjetiva y la realidad objetiva) ; esto no existe; es lo que se llama una abstracción: Decir: “el ser produce el pensamiento” es por consiguiente una fórmula abstracta, ya que está compuesta por abstracciones.
Así, por ejemplo: conocemos bien a los caballos, pero si hablamos del caballo, queremos hablar del caballo en general; y bien: el caballo en general, es una abstracción.
Si en lugar del caballo ponemos al hombre o al ser en general, también se trata de abstracciones.
Pero si el caballo en general no existe, ¿qué existe entonces? Los caballos en particular. El veterinario que dijera: “Estoy cuidando a un caballo en general pero no a un caballo en particular”, haría que se rieran de él; de igual modo el médico que dijera una cosa semejante con respecto a los hombres.
Por consiguiente, el ser en general no existe, pero existen seres particulares, que tienen cualidades particulares. Lo mismo ocurre con el pensamiento.
Por lo tanto diremos que el ser en general es algo abstracto, y que el ser en particular es algo concreto; y lo mismo con respecto al pensamiento en general y al pensamiento en particular.
El materialista es aquel que sabe reconocer en todas las situaciones, que sabe concretar, dónde está el ser y dónde está el pensamiento.
Ejemplo: el cerebro y nuestras ideas.
Debemos saber aplicar la fórmula general abstracta en una fórmula concreta. El materialista identificará al cerebro, pues, como el ser y a nuestras ideas corno el pensamiento. Razonará diciendo: el cerebro (el ser) es el que produce nuestras ideas (el pensamiento). Este es un ejemplo sencillo, pero tomemos el ejemplo más complejo de la sociedad humana y veamos cómo razonará un materialista.
La vida de la sociedad está compuesta (a grandes rasgos) de una vida económica y una vida política. ¿Cuáles son las relaciones entre la vida económica y la vida política? ¿Cuál es el factor primero de esta fórmula abstracta que queremos convertir en una fórmula concreta?
Para el materialista, el factor primero, es decir, el ser, el que da vida a la sociedad, es la vida económica. El factor segundo, el pensamiento que es creado por el ser, que sólo puede vivir a causa de él, es la vida política.
Por consiguiente, el materialista dirá que la vida económica explica la vida política, puesto que la vida política es un producto de la vida económica.
Esta comprobación, hecha aquí en forma somera, está en la raíz de lo que se llama el materialismo histórico y ha sido establecida por vez primera por Marx y Engels.
He aquí otro ejemplo más delicado: es cierto que para “explicar” al poeta hay que tener en cuenta numerosos elementos, pero aquí queremos mostrar un aspecto de esta cuestión.
Generalmente se dirá que el poeta escribe porque es impulsado por la inspiración. ¿Es suficiente eso para explicar por qué el poeta escribe esto en lugar de aquello? No. Ciertamente el poeta tiene ideas en su cabeza, pero también es un ser que vive en la sociedad. Veremos que el factor primero, el que da su vida propia al poeta, es la sociedad, puesto que el factor segundo son las ideas que el poeta tiene en su cerebro. En consecuencia, uno de los elementos, el elemento fundamental, que “explica” al poeta, será la sociedad, es decir, el medio en que él vive en esta sociedad. (Volveremos a tomar al “poeta” cuando estudiemos la dialéctica, porque entonces contaremos con todos los elementos para estudiar bien este problema).
Por estos ejemplos, vemos que el materialista es aquel que sabe aplicar por doquiera y siempre, en cada momento y en todos los casos, la fórmula del materialismo. Actuar así es la única manera de ser consecuente.
III. ¿CÓMO SER MATERIALISTA EN LA PRÁCTICA?
1. Primer aspecto de la cuestión
Hemos visto que no hay tercera filosofía y que si no se es consecuente en la aplicación del materialismo, o bien se es idealista o bien se obtiene una mezcla de idealismo y de materialismo.
En sus estudios y en sus experiencias, el sabio burgués es siempre materialista. Esto es normal porque, para hacer avanzar la ciencia, hay que trabajar con la materia, y si el sabio pensara verdaderamente que la materia no existe más que en su mente, consideraría inútil hacer experiencias.
Por lo tanto, hay distintas variedades de sabios:
- Los sabios que son materialistas conscientes y consecuentes, como en la U.R.S.S., y que también existen en otros países socialistas o capitalistas.
- Los sabios que son materialistas sin saberlo: es decir, casi todos, porque es imposible dedicarse a la ciencia sin plantearse la existencia de la materia. Pero entre estos últimos, hay que distinguir:
- a) Los que comienzan a seguir al materialismo, pero que se detienen, porque no se atreven a llamarse tales: son los agnósticos, aquellos a los que Engels llama “materialistas vergonzantes”.
- b) Luego, los sabios materialistas sin saberlo e inconsecuentes. Son materialistas en el laboratorio pero después, al dejar su trabajo, son idealistas, creyentes, religiosos.
De hecho, estos últimos no han sabido o querido poner orden en sus ideas. Están en perpetua contradicción consigo mismos. Separan sus trabajos, forzosamente materialistas, de sus concepciones filosóficas. Son “sabios” y sin embargo, aunque no nieguen expresamente la existencia de la materia, piensan, lo que es poco científico, que es inútil conocer la naturaleza real de las cosas. Son “sabios” y sin embargo creen sin ninguna prueba en cosas imposibles. (Ver el caso de Pasteur, de Branly y de otros que eran creyentes, mientras que el sabio, si es consecuente, debe abandonar su creencia religiosa). Ciencia y creencia se oponen absolutamente.
2. Segundo aspecto de la cuestión
El materialismo y la acción: Si es cierto que el verdadero materialista es aquel que aplica la fórmula situada en la base de esta filosofía por doquiera y en todos los casos, debe prestar atención, para aplicarla bien.
Como acabamos de verlo, es preciso ser consecuente y, para ser un materialista consecuente, hay que trasponer el materialismo a la acción.
Ser materialista en la práctica, significa actuar de conformidad con la filosofía tomando por factor primero y más importante la realidad, y por factor segundo el pensamiento.
Vamos a ver qué actitudes toman aquellos que, sin sospecharlo, toman como factor primero al pensamiento y por lo tanto son ese momento idealistas sin saberlo.
- ¿Cómo se denomina a aquél que vive como si estuviera solo en el mundo?: individualista.
Vive replegado sobre sí mismo: el mundo exterior no existe más que para él solo. Para él, lo importante es él, su pensamiento. Es un idealista puro, o lo que se llama un solipsista. (Ver la explicación de esta palabra en la primera parte, cap. II).
El individualista es egoísta, y ser egoísta no es una actitud materialista. El egoísta toma el mundo para él y limita el mundo a sí mismo. - El que aprende por el placer de aprender, a lo “dilettante”, para sí, que asimila bien, no tiene dificultades, pero guarda eso para sí solo. Otorga una importancia principal a sí mismo, a su pensamiento.
El idealista se cierra al mundo exterior, a la realidad. El materialista está siempre abierto a la realidad; por eso aquéllos que siguen cursos de marxismo y aprenden fácilmente deben tratar de trasmitir lo que han aprendido. - Aquel que razona sobre todas las cosas con relación a sí mismo sufre una deformación idealista.
Dirá, por ejemplo, de una reunión donde se han manifestado cosas desagradables para él: “Fue una mala reunión”. No es así como se deben analizar las cosas; hay que juzgar la reunión en relación con la organización, con sus fines, y nó con relación a uno mismo. - El sectarismo tampoco es una actitud materialista. Como el sectario ha comprendido los problemas y está de acuerdo consigo mismo, pretende que los otros deben ser como él.
También esto significa dar la importancia principal a uno mismo o a una secta. - El doctrinario que ha estudiado los textos y extraído definiciones, también es un idealista cuando se contenta con citar textos materialistas, cuando vive solamente con sus textos, porque entonces el mundo real desaparece. Repite esas fórmulas sin aplicarlas a la realidad.
Da importancia primordial a los textos, a las ideas. La vida se desarrolla en su conciencia bajo forma de textos y, en general, se comprueba que el doctrinario es también un sectario.
Creer que la revolución es una cuestión de educación, decir que explicando “de una buena vez” a los obreros la necesidad de la revolución ellos deben comprender y que, si no quieren comprender, no vale la pena tratar de hacer la revolución, eso es sectarismo y no una actitud materialista.
Debemos comprobar los casos en que la gente no comprende; indagar por qué ocurre eso, tener en cuenta la represión, la propaganda de los diarios burgueses, radio, cine, etc., y buscar todos los medios posibles para hacer comprender lo que queremos, por medio de las octavillas o volantes, los folletos, los periódicos, las escuelas, etc.
No tener el sentido de la realidad, vivir en la luna y prácticamente, hacer proyectos sin tener absolutamente en cuenta las situaciones y las realidades, es una actitud idealista que otorga la importancia principal a hermosos proyectos sin comprobar si son o no realizables. Aquellos que critican continuamente, pero nada hacen para que las cosas vayan mejor y no proponen ningún remedio, aquellos que carecen de sentido crítico hacia sí mismos, todos ellos son materialistas no consecuentes.
IV. CONCLUSIÓN
A través de estos ejemplos, vemos que los defectos que se pueden comprobar en mayor o menor medida en cada uno de nosotros, son defectos idealistas. Se producen porque separamos la práctica de la teoría y porque la burguesía que nos ha influenciado quiere que no concedamos importancia a la realidad. Para ella, que sostiene el idealismo, la teoría y la práctica son dos cosas completamente diferentes y sin ninguna vinculación. Por consiguiente, esos defectos son perjudiciales y debemos combatirlos, porque al fin de cuentas benefician a la burguesía.
En resumen, debemos comprobar que tales defectos, engendrados en nosotros por la sociedad, por las bases teóricas de nuestra educación y de nuestra cultura, arraigados en nuestra infancia, son obra de la burguesía, y que debemos desembarazarnos de ellos.