Principios de filosofía (7): El materialismo filosófico (1)

Georges Politzer Filosofia

Por: Georges Politzer

 

EL MATERIALISMO FILOSÓFICO

CAPITULO PRIMERO

LA MATERIA Y LOS MATERIALISTAS

Después de haber definido:

Ante todo, las ideas comunes a todos los materialistas, luego los argumentos de todos los materialistas contra los filósofos idealistas y, finalmente, el error del agnosticismo, vamos a extraer las consecuencias de estas enseñanzas y a reforzar los argumentos materialistas aportando nuestras respuestas a las dos preguntas siguientes:

1º ¿Qué es la materia?

2º ¿Qué significa ser materialista?

I. ¿QUÉ ES LA MATERIA?

Importancia de la cuestión. – Cada vez que tenemos un problema a resolver, debemos plantear las cuestiones muy claramente. De hecho, en este caso no es tan sencillo dar una respuesta satisfactoria. Para conseguirlo, debemos hacer una teoría de la materia.

En general, la gente piensa que la materia es lo que se puede tocar, lo que es resistente y duro. En la antigüedad griega, así era como se definía la materia.

Hoy, gracias a las ciencias, sabemos que esto no es exacto.

II. TEORÍAS SUCESIVAS DE LA MATERIA

(Nuestro objetivo es pasar revista lo más sencillamente posible a las diversas teorías relativas a la materia, sin entrar en explicaciones científicas.)

En Grecia, se creía que la materia era algo duro, que no podía dividirse infinitamente. Llega un momento -se decía- en que los trozos ya no son divisibles; y se llamó a esas partículas los átomos (lo que quiere decir indivisibles). Por lo tanto, una mesa es un conglomerado de átomos. Se pensaba también que estos átomos eran diferentes unos de otros: había átomos lisos y redondos, como los del aceite, otros rugosos y encorvados como los del vinagre.

Demócrito, un materialista de la antigüedad, fundamentó esta teoría: él fue el primero que trató de dar una explicación materialista del mundo. Pensaba, por ejemplo, que el cuerpo humano estaba compuesto por átomos groseros, que el alma era un conglomerado de átomos más finos y, como admitía la existencia de los dioses y sin embargo quería explicar todo como un materialista, afirmaba que los mismos dioses estaban compuestos por átomos extra finos.

Desde la antigüedad, pues, los hombres han tratado de explicar qué es la materia.

La Edad Media no aportó nada verdaderamente nuevo a la teoría de los átomos elaborada por los griegos. Recién en el siglo XIX se modifica profundamente esta teoría.

Se continuaba pensando que la materia se dividía en átomos, que estos últimos eran partículas muy duras que se atraían unas a otras. Se había abandonado la teoría de los griegos, y esos átomos ya no eran encorvados o lisos, pero se continuaba sosteniendo que eran duros, indivisibles y experimentaban un movimiento de atracción los unos hacia los otros.

Posteriormente; el progreso permitió a las ciencias aportar precisiones e ir más adelante en la explicación de la materia. Hoy se demuestra que el átomo es aproximadamente un centro alrededor del cual gravita un pequeño sistema de planetas que llevan pequeñas cargas eléctricas. El mismo centro o núcleo del átomo es complejo y de estructura muy variada. La materia es un conglomerado de esos átomos y si nuestra mano posada sobre la mesa siente una resistencia, es que la mano recibe un número incalculable de choques, procedentes de esos pequeños sistemas que son los átomos.

A esta nueva teoría moderna de explicación de la materia, teoría confirmada por experiencias científicas, los idealistas le han reprochado: ¡Ya no hay materia dura! ¡En consecuencia, ya no hay materia! ¡Los materialistas que basan su filosofía en la existencia de la materia ya no tienen pruebas! ¡La materia se ha desvanecido!

Hay que reconocer que esta manera de argumentar ha tenido cierto éxito, puesto que incluso ciertos marxistas, lo que es decir materialistas, han sido sacudidos en sus convicciones. Pero hablar de la supresión de la materia es oscurecer el problema, cuando en realidad se están aportando precisiones sobre su composición.

Lo que importa, lo necesario, es ver

 III. QUÉ ES LA MATERIA PARA LOS MATERIALISTAS

A este respecto, es indispensable hacer una distinción: se trata de ver ante todo

  1. ¿Qué es la materia? y después
  2. ¿Cómo es la materia?

La respuesta que dan los materialistas a la primera pregunta es que la materia es una realidad exterior, independiente del espíritu, y que no necesita del espíritu para existir. Lenin dice a este respecto: La noción de materia sólo expresa la realidad objetiva que nos es dada en la sensación. (1)

Ahora, a la segunda pregunta: ¿Cómo es la materia?”, los materialistas dicen: “No nos corresponde contestar a nosotros, sino a la ciencia.”

La primera respuesta es invariable desde la antigüedad hasta nuestros días.

La segunda respuesta ha variado y debe variar porque depende de las ciencias, del estado de los conocimientos humanos. No es una respuesta definitiva.

Vemos que es absolutamente indispensable plantear bien el problema y no dejar que los idealistas mezclen las dos cuestiones. Es preciso separarlas bien, mostrar que la primera es la principal y que nuestra respuesta a ese respecto es desde siempre invariable.

Porque la única “propiedad” de la materia cuya admisión define el materialismo filosófico es la de ser una realidad objetiva, de existir fuera de nuestra conciencia. (2)

IV. EL ESPACIO, EL TIEMPO, EL MOVIMIENTO Y LA MATERIA

Si afirmamos, porque lo comprobamos, que la materia existe fuera de nosotros, precisamos también:

  1. Que la materia existe en el tiempo y en el espacio.
  2. Que la materia está en movimiento.

Los idealistas piensan que el espacio y el tiempo son ideas en nuestro espíritu (Kant fue el primero en sostenerlo). Para ellos, el espacio es una forma que nosotros damos a las cosas, el espacio nace del espíritu del hombre. Lo mismo ocurre con el tiempo.

Los materialistas afirman, por el contrario, que el espacio no está en nosotros, sino que nosotros estamos en el espacio. Afirman también que el tiempo es una condición indispensable al desarrollo de nuestra vida; y que en consecuencia, es en el tiempo y en el espacio que lo que existe fuera de nuestro pensamiento -la materia- existe.

…Las formas esenciales de todo ser son el espacio y el tiempo, y un ser fuera del tiempo es un absurdo tan grande como un ser fuera del espacio. (3)

Por consiguiente, pensamos que hay una realidad independiente de la conciencia. Creemos que el mundo ha existido antes de nosotros y que continuará existiendo después de nosotros.

Creemos que para existir el mundo no tiene necesidad de nosotros. Estamos persuadidos de que París ha existido antes de nuestro nacimiento y que a menos de ser definitivamente arrasado existirá después de nuestra muerte. Estamos seguros de que París existe, incluso aunque no pensemos en él, del mismo modo que hay decenas de millares de ciudades que no hemos visitado nunca, de las que ni siquiera conocemos el nombre y que sin embargo existen. Tal es la convicción general de la humanidad. Las ciencias han permitido dar a este argumento una precisión y una solidez que reducen a nada todas las triquiñuelas idealistas.

Las ciencias naturales afirman positivamente que la tierra existió en estados tales que ni el hombre ni ningún ser viviente la habitaban ni podían habitarla. La materia orgánica es un fenómeno tardío, el producto de una evolución muy larga. (4)

Si las ciencias nos proporcionan, pues, la prueba de que la materia existe en el tiempo y en el espacio, al mismo tiempo nos enseña que la materia está en movimiento. Esta última precisión, proporcionada por las ciencias modernas, es muy importante, porque destruye la vieja teoría según la cual la materia sería incapaz de movimiento, inerte.

 El movimiento es el modo de existencia, la manera de ser de la materia… La materia sin movimiento es tan inconcebible como el movimiento sin materia. (5)

Sabemos que en su estado actual el mundo es el resultado, en todos los terrenos, de una larga evolución y, en consecuencia, el resultado de un movimiento lento pero continuo.

Establecemos pues, luego de haber demostrado la existencia de la materia, que el universo no es más que materia en movimiento, y esta materia en movimiento no puede moverse de otro modo que en el espacio y en el tiempo. (6)

V. CONCLUSIÓN

De estas comprobaciones resulta que la idea de Dios, la idea de un “puro espíritu” creador del universo no tiene sentido, porque: un Dios fuera del espacio y del tiempo es algo que no puede existir.

Hay que albergar la mística idealista y en consecuencia no admitir ningún control científico, para creer en un Dios existente fuera del tiempo, es decir, no existente en ningún momento y existente fuera del espacio, es decir, no existente en ninguna parte.

Fortalecidos por las conc1usiones de las ciencias, los materialistas afirman que la materia existe en el espacio y en un cierto momento (en el tiempo). En consecuencia, el universo no ha podido ser creado, porque para poder crear el mundo Dios hubiera necesitado un momento que no ha sido en ningún momento (puesto que para Dios el tiempo no existe) y hubiera sido necesario también que el mundo surgiera de la nada.

Para admitir la creación, por consiguiente, es preciso admitir ante todo que hay un momento en que el universo no existía, luego que de nada ha surgido algo, lo que la ciencia no puede admitir.

Vemos que al ser confrontados con las ciencias, los argumentos idealistas no pueden mantenerse, mientras que los de los filósofos materialistas no pueden ser separados de las mismas ciencias. Subrayamos así, una vez más, las relaciones íntimas que unen al materialismo y las ciencias.

 

 

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(1)  Lenin, Materialismo y Empiriocriticismo.
(2)  Friedrich Engels, Anti-Dühring.

(3)  Friedrich Engels, Anti-Dühring.
(4)  Lenin, Obra citada.
(5)  Friedrich Engels, Anti-Dühring.
(6) Lenin, Obra citada.

 

 

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LECTURAS

  • Friedrich Engels, Anti-Dühring.
  • Lenin, Materialismo y Empiriocriticismo, cap. III.

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