Luisa Ortega, destituida por actos de corrupción pero con pasaporte diplomático

Por: Humberto Vargas Carbonell
Me entero, sin sorpresa, que nuestros caminos han sido hollados por un personaje que, sin serlo, ocupa las primeras páginas y las primeras ondas del monopolio mediático. Se llama Luisa Ortega, personaje que sufrió una violenta metamorfosis cuando fueron descubiertos sus delitos. Fue fiscala en Venezuela y en vez de investigar delitos los cometía. Vendía silencio y ocultaba delitos, puesto que no perseguía y más bien bendecía a los delincuentes. Esta transfiguración, como un milagro, convertía la felonía en oro verde, que se ha convertido en mágico transformista que disfraza al delincuente de honesto ciudadano.
Ocupó el puesto de fiscala general de Venezuela. Se fingió chavista cuando tenía la posibilidad de vender perdón y olvido a los que debieron ser encarcelados.
Cuando intuyó que fiscales verdaderos que es como decir honestos le seguían los pasos, se escudó pasando a la oposición. Ante la opinión pública aparecería no como delincuente si no como perseguida por razones políticas. El mismo camino siguió su cónyuge y otros miembros de la banda.
Fueron denunciados y en vez de hacer frente a las acusaciones, se fugaron. En condición de fugitivos visitan países, donde reciben jugosas remuneraciones por la infame labor de vomitar falsedades. Toneladas de vómitos se lanzan todos los días contra el pueblo venezolano y su gobierno, pero esas porquerías no los tocan porque los protege su honestidad.
La televisión enseñó cuántas riquezas y lujos había en la casa de esta ex fiscala. Se puede presumir que dejó las sobras y que, como persona inteligente, se llevó lo más valioso. Debo repetir que esto lo vi en la TV puesto que nunca, ni antes ni ahora, he visitado Venezuela.
Estas notas me hacen recordar que cuando estudiaba en la Facultad de Derecho aprendí versos y semblanzas sobre el mundo de los abogados. Nos divertíamos. Entonces a menudo nos reíamos, pero entre risas y bromas recibíamos lecciones éticas. Escribo en plural, pero aclaro que los que participábamos de este juego éramos muy pocos.
Los dejo con don Francisco Quevedo, el gran poeta español que escribió para todos los tiempos.
UN JUEZ MARCADERÍA
Las leyes con que juzgas, ¡oh Batino!,
menos bien las estudias que las vendes;
lo que te compran solamente entiendes;
más que Jasón te agrada el Vellocino.
El humano derecho y el divino,
cuando los interpretas, los ofendes,
y al compás que la encoges o la extiendes,
tu mano para el fallo se previno.
No sabes escuchar ruegos baratos,
y sólo quien te da te quita dudas;
no te gobiernan textos, sino tratos.
Pues que de intento y de interés no mudas,
o lávate las manos con Pilatos,
o, con la bolsa, ahórcate con Judas.