Más de 8 millones de venezolanos dijeron Sí a la Asamblea Constituyente, triunfa la paz sobre la barbarie
Por: Humberto Vargas Carbonell
La histórica victoria de la Revolución Bolivariana, de todo el pueblo venezolano y del Presidente-obrero Nicolás Maduro, es un acontecimiento muy positivo para los pueblos latinoamericanos. El futuro estará siempre vinculado con este acontecimiento.
Venezuela, a pesar del bombardeo de mentiras desde los cuarteles del monopolio mediático y de la violencia criminosa de una oposición dirigida y financiada por el imperialismo, convirtió el 30 de julio en una fecha que no podrá ser olvidada. Venció la revolución popular y con ella la paz que abre un futuro promisorio al pueblo trabajador.
Los anuncios de tormentosa violencia comienzan a desvanecerse porque la Asamblea Constituyente nace para resolver, por el más democrático de los medios, que es el pueblo convertido en poder constituyente, los grandes problemas de la sociedad venezolana. Esto será así no porque los fascistas renuncien a su fascismo ni porque el imperialismo pierda el interés de apoderarse de las riquezas naturales, será así porque el pueblo es más fuerte, porque la revolución, en consecuencia, es también más fuerte. A partir de ahora el motor principal de la marcha revolucionaria será el pueblo, es decir, la infinita inteligencia de los humildes.
En su discurso del domingo el Presidente Maduro reveló un “secreto” muy significativo. Resulta que decidida ya la convocatoria a la Asamblea Nacional Constituyente, representantes de la revolución se reunieron con algunos de los “jefes” más visibles de la oposición y se les ofreció gestionar la posposición de la elección de los constituyentes por dos semanas para darles tiempo para inscribir a sus candidatos. Pidieron una hora para decidir y resolvieron rechazar la posibilidad de participar en el proceso.
Se les abrió el camino democrático y lo rechazaron. Pero la voluntad democrática del Presidente Maduro queda intacta y también debidamente confirmados los propósitos golpistas de los pupilos de Trump.
La verdad es que tales hechos dejan al fascismo venezolano sin argumentos, pero los enemigos abren una nueva etapa: el “desconocimiento” de la victoria popular del 30 de julio. Esto significa no conocer, es decir, ignorar lo ocurrido en Venezuela. Ignorar lo evidente es una manifestación de estupidez o de locura.
Trump lo dijo y los serviles siguieron la misma ruta.
El Gobierno Bolivariano ha expresado reiteradamente su voluntad de mantener relaciones diplomáticas normales con todos los países, incluido los Estados Unidos. Esta es la actitud decente y normal, puesto que se fundamenta en la aceptación de la igualdad de los Estados que es, a su vez, el fundamento del respeto a la soberanía de cada uno de ellos. Así que el tal “desconocimiento” de la Asamblea Constituyente es una tontería, pero como la mayoría de las tonterías en política lleva en su seno alguna dosis de peligro.
Para cualquier país no ser “reconocido” por un gobierno como el de México es un honor.
Un Gobierno dominado por la corrupción más descarada, donde se asesina a los periodistas decentes, donde se agrede brutalmente a los maestros, donde es posible ocultar a los ejecutores de un asesinato contra 43 estudiantes. Cuando Trump injuriaba a los mexicanos nada más por haber nacido en México, Peña Nieto y su ahora ministro de relaciones internacionales (así sin mayúsculas) invitaron a Trump y le dieron categoría de gobernante cuando era apenas candidato. Esto es desvergüenza y falta de decoro. Ya se incluyó en el en Presupuesto de USA una partida para construir el muro y Peña Nieto mantiene su servilismo. Este mismo señor le robó al pueblo su petróleo para entregarlo a monopolios extranjeros.
Detrás de los mexicanos, gobernantes de otros países hacen cola para hincar las rodillas ante los imperialistas yanquis. Es la cola de la desvergüenza y del irrespeto por sus propios pueblos. Ahí van Colombia, Panamá, Perú, Argentina, Brasil, Perú y otros.
Entre otros está también Costa Rica.
Aquí el pueblo nunca ha sido consultado y cuando vota tiene que hacerlo bajo la influencia de mentiras y de actos cargados de vulgaridad. Las campañas electorales son el negocio de los banqueros y de los medios, principalmente de la televisión. Las promesas de campaña no se cumplen y se eluden sin explicaciones. Ahora pretenden acusar a un Gobierno que puso en manos del pueblo, mediante un proceso avalado por más de 8 millones de votantes, la solución de sus problemas. Venezuela buscó la solución por la vía de la legalidad, entregando la responsabilidad a una Asamblea Constituyente. Pregunto: ¿Había otro camino más certero y más decente?
Ignorando la realidad venezolana nada más que para meterse en el redil de los serviles, el Gobierno de Costa Rica sigue el camino señalado por el imperio.
Al final, es más culpable el Presidente Solís, que el ignorante Ministro de la Casa Amarilla.
Una vez más se confirma que “lo que natura no da, Salamanca no lo presta .