Nunca le agradeceremos lo suficiente a la revolución bolivariana haber marcado el terreno

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No debe haber muchos lugares en el mundo donde la lucha de clases se esté viviendo con tanta crudeza como en Venezuela. A un lado la burguesía ligada al expolio multinacional de la principal riqueza del país, y a otro el pueblo que arropó a Hugo Chávez en su guerra titánica contra el imperialismo para construir una sociedad diferente. Los primeros se han visto arropados, como no podía ser de otro modo, por los suyos: las grandes empresas (incluidas las mediáticas) y dirigentes a ambos lados del océano ligados a la socialdemocracia y el neoliberalismo, esto es, a la derecha y la extrema derecha; todos juntos al abrirse el telón.

La guerra desatada por las élites económicas contra el heroico pueblo venezolano: sabotajes, bloqueos, acaparamientos de alimentos, asesinatos… han sido vendidos por sus altavoces como actos contra la “dictadura” (una dictadura que, por cierto, debe ser la más estrafalaria del planeta, ya que ha ganado -y también perdido- elecciones). Unas acciones que recuerdan como pocas a lo vivido por el gobierno de la Unidad Popular en Chile desde 1970 a 1973.

La defensa de la revolución bolivariana en la gris Europa ha marcado una auténtica línea roja, dado que las organizaciones que se alimentan (nunca mejor dicho) de los votos, dieron por perdida la batalla mediática y consideraron que defender al gobierno legítimo de Venezuela, contamina, resta apoyo. Esto les obliga a silencios sospechosos, a recibir a familiares de terroristas juzgados y condenados, a valorar que en ambos lados hay violencia… a un sin fin de acomodamientos del cuerpo que, en la práctica, ubica a los personajes (para no llamarlos mercenarios políticos) al otro lado de la línea roja. Un lugar donde siempre han estado aunque tengan que disfrazarse de vez en cuando de “progres modernos tansversales 2.0” para camelar fieles.

 

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