Chávez: de todos los tiempos y lugares
A 4 años de la partida del Comandante Chávez

Marbelys Mavárez Laguna*
Antes de la presencia del Comandante Chávez en los medios de comunicación social del país, el 4 de febrero de 1992, vivíamos unas circunstancias particulares que en muchos casos apenas comenzábamos a comprender, pues si de algo se encargó el “modelo opresor” de forma eficaz fue de tratar insistentemente de confiscar incluso nuestra conciencia. Pero Hugo Chávez se abrirá paso a la historia como un hombre de todos los tiempos y lugares…
Chávez y su lectura de “lo social”
Así, cada venezolano fue creando y recreando una historia a partir de la asfixia que nos provocaron las medidas “recomendadas” por los organismos internacionales, devenidas en tragedia. De la mano con los Gobiernos de turno, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, aplicaron las llamadas “terapias de shock”. La consecuencia: el remedio fue peor que la enfermedad para la sociedad venezolana.
Lo anterior fue el caldo de cultivo que, unido a la compleja situación económica, política, social, cultural, nunca antes vivida en el país, se presentara una implosión social sui géneris el 27 de febrero de 1989, conocida como “el caracazo”. En este contexto, el pueblo tenía argumentos, tenía razones, contaba con elementos de juicio para salir a las calles a ejercer una protesta en contra de las atrocidades del Estado y de los Gobiernos que le confiscaron, incluso, la posibilidad de vivir: impuestos impagables, reducción de sueldos y salarios, privatización de las empresas estratégicas del Estado, reducción del gasto público, particularmente de la inversión social, en un escenario de más de 80% de pobreza. Se trató de una acción sin dirección política alguna. Fue, eso sí, una verdadera insurrección social, como la de los levantamientos de indígenas en Ecuador del año 1990…
En esa insurrección del pueblo, un militar veía lo que ocurría en forma meticulosa. Interpretó lo que pasó. Lo comprendió con acierto. Así, se explica que no fue en vano el trabajo de calle que venía realizando desde la Academia Militar de Venezuela…
La insurrección militar de 1992
Luego del llamado estallido social de 1989 en Venezuela, sobrevino la rebelión militar del 4 de Febrero de 1992, de la cual mucho se ha escrito. Las interpretaciones sobre este hecho pululan, tanto las que han sido sistematizadas como las que se encuentran en el imaginario colectivo. En uno y en otro caso, lo cierto es que el 4 de Febrero de 1992 nos presentó a un hombre nada común: “Ese es el hombre”, fue una de las expresiones que más se dejó escuchar en aquellos tiempos. Para las grandes masas se trató de una acción liberadora en virtud de que la rebelión había abierto la posibilidad real de dar al traste con una la imposición de un modelo económico, político, social, cultural, muy ajeno a nuestras propias dinámicas, deseos y aspiraciones como sociedad.
Quienes vivimos los días intensos de la década de los años 80 o de los infelices 90 –días interminables por lo duros que resultaban- podemos ahora ver con claridad la diferencia de los pensamientos: el inherente al modelo neoliberal, en el cual se deja todo en manos invisibles que todo lo regulan –sin control alguno- y el que acompañó al Comandante Chávez, un paradigma centrado en los seres humanos.
De la desmoralización del Ejército a la acción
Durante la década de los años 80 y 90 no era extraño encontrar noticias según las cuales, debido a la situación económica que enfrentaba el país, Venezuela debía acudir al FMI, BM o al BID y atarse a sus designios. También se dejaban leer informaciones que revelaban la imperiosa necesidad de reducir el gasto (lo cual obviamente incluía al gasto social en la esfera del gasto público) y no menos importante: que debíamos “apretarnos el cinturón”, “aplicar el recetario” con las consecuencias de una inevitable terapia de shock.
La lectura del 4F no puede ser otra que la necesidad de dar al traste con el status quo, con el orden reinante que asfixiaba a las grandes mayorías. Para lograr ese objetivo, el Ejército venezolano no tuvo desmayo alguno, pues algunos oficiales venían experimentando una gran desmoralización producto de lo que ocurría en el seno de la Fuerza Armada… y, peor aún, de la crítica situación en la que estaba inmerso el país: un gran déficit fiscal, la descomposición de las Instituciones, por ende de la Institucionalidad, caída de la inversión, descenso vertiginoso de los precios del petróleo, caída de las reservas internacionales, entre otros factores. Este escenario fue tejiendo la trama de variables que originaron la crisis más profunda del siglo XX. Y 1989 quedará en los anaqueles de la historia como la mayor de las crisis multifacética, consecuencia de la política de ajuste estructural aplicada por Carlos Andrés Pérez en su segundo período de Gobierno. El denominado Gran Viraje fue la propuesta para, se suponía, sacar a Venezuela del “atolladero”. El mismo planteaba la necesidad de menos Estado, de abrirnos al capital privado y que fuera la mano invisible del mercado la que regulara todo cuanto fuese posible (así es el mercado: para él, todo cuanto se pueda imaginar es mercadeable). Pero el 27 de Febrero de 1989, fue inevitable que bajaran los cerros, en señal de hastío… Como sabemos, si en algo es eficiente el hastío es que definitivamente envalentona.
Una nueva conciencia
Por tales razones, tanto el 27-F de 1989 como el 4-F de 1992 se configuran como hitos históricos hilvanados a través de un mismo leit motiv, que permitieron crear las condiciones para que la población venezolana impulsara una nueva conciencia en torno a su realidad y comenzara a asumir el poder para la transformación del orden establecido por imposición (de los políticos, de las transnacionales, del Imperio. En fin… Se trataba de un orden en el cual el pueblo no tenía lugar alguno).
Lo cierto es que la historia, con sus lugares complejos, extraños y a ratos hasta injustos, ahora nos dice que las cosas debieron ocurrir tal cual pasaron. Es altamente probable que un golpe de Estado hubiera dejado sin mayor efecto la verdadera acción que perseguía el Comandante Chávez. Y la asunción al poder no habría llegado, pues de lo que sí estaba claro el pueblo –lo cual se mantiene hoy en día- es que las fórmulas antidemocráticas no eran salida alguna. De ello sigue convencido.
De Yare a la silla presidencial
Era el 26 de marzo de 1994. El comandante Hugo Chávez Frías fue liberado de la cárcel de Yare, lugar donde permaneció casi dos años recluido por haberse alzado en contra de un modelo político y económico que había resquebrajado la estructura social. Un modelo que bofeteó por décadas a los sujetos sociales. Un paradigma que insistía en reacomodar las variables macroeconómicas con la puesta en marcha de medidas que se volvían un efecto boomerang, tanto para la economía como para la sociedad.
Ese modelo fue socavando las bases de un país que llegó a tener otro rostro, con una vida cotidiana vapuleada… Fue habitual la práctica de la corrupción y se escuchaba hablar de las tribus judiciales como si se tratara de algo natural…
Contra eso, contra la negación deliberada e interesada de la historia por quienes conducían al país o por las llamadas élites intelectuales; contra lo corroída que estaba la Fuerza Armada Nacional (institución que Chávez conocía con absoluta propiedad), contra la impunidad y la inmoralidad. Contra eso y muchísimo más se rebeló Chávez el 4 de Febrero de 1992. Esa acción se constituyó en el ladrillo sobre el cual se cimentó su victoria en diciembre de 1998.
De “la bonita libertad”
Al salir en libertad, Hugo Chávez Frías conoció Cuba. Fue recibido por el mismo Presidente Fidel Castro. Y el 14 de diciembre de 1994 dio un discurso en el Aula Magna de la Universidad de la Habana, con el cual atrapó la atención de su audiencia. De manera tal que desde los profesores, pasando por los estudiantes hasta llegar a Fidel Castro, quedaron flechados con lo que en Venezuela bautizamos como “el fenómeno Chávez”.
Esa era la primera vez que Chávez iba a Cuba, aunque en sueños ya había viajado a aquella isla del Caribe. Ese día, el 14 de diciembre, cobijado de la entereza que siempre lo ha acompañado, del mismo temple y aplomo, dijo que “desde hace años, decidimos entregarle la vida a un Proyecto Revolucionario, a un Proyecto transformador”. Eso es lo que significa ser de todos los tiempos y de todos los lugares… Esa expresión retumbó en muchos que lo oímos ese día. Esa expresión recogía los anhelos de los venezolanos que fueron enterrados vivos.
Yo estudiaba cuarto semestre en la Escuela de Trabajo Social de la UCV. El cuerpo se me erizó totalmente. En esta Universidad, y particularmente en esta escuela, leí capítulos de El Capital, de Marx; leí el Manual para Marxianos, Marxistas y Marxiólogos, así como la Plusvalía Ideológica, ambos de Ludovico Silva; pero particularmente estudié una carrera en la que se me enseñó que el pueblo, en definitiva, era el sujeto histórico que podía lograr alcanzar los procesos de transformación… ¡Y por fin escuchaba a alguien que se hiciera eco de ello: de la imperiosa necesidad de transformar el orden existente. Se trataba del mismo hombre que en el año 1992 había cautivado el corazón de muchos hombres y mujeres.
Más allá de este tiempo y espacio
Luego, Chávez espetó sus ideas bolivarianas. “Algún día esperamos venir a Cuba en condiciones de extender los brazos, y en condiciones de mutuamente alimentarnos en un Proyecto Revolucionario Latinoamericano, imbuidos como estamos desde hace siglos en la idea de un Continente hispanoamericano, latinoamericano y caribeño, integrado como una sola Nación que somos”. ¡Nada más visionario que eso!
Pero además, Chávez revirtió todo cuanto fue necesario para poner en primer lugar a los seres humanos… El pueblo se fue incorporando al hecho educativo, lo que significa que la educación dejaba de ser asunto exclusivo para unas élites; el pueblo también empezó a tener derechos en materia de salud, de vivienda, de alimentación… Por ejemplo, luego de la aplicación del Plan de alfabetización Yo sí puedo, pasamos a tener cero analfabetismo en el año 2005. Es menester recordar que en el año 2003 en Venezuela había un millón 500 mil personas que no sabían leer ni escribir. Y como el conocimiento es poder -lo cual es verdaderamente subversivo en un país con dantescas riquezas energéticas, pero con una pobreza que gravitaba alrededor del 80%- salieron del oscurantismo más de 1 millón 480 mil personas.
Ese hecho fue reconocido incluso por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, UNESCO, en el año 2005, cuando el presidente Hugo Chávez declaró a nuestro país Territorio Libre de Analfabetismo.
Pues bien, volvamos a la primera visita de Chávez a Cuba, el 14 de diciembre de 1994. Ese día citó a Aquiles Nazoa y a José Martí para referirse a una frase lapidaria que se ha mantenido en el tiempo: “Nos sentimos de todos los tiempos y de todos los lugares”. La historia ha confirmado la validez de esa sentencia, pues eso es Chávez: hombre de todos los tiempos y lugares.