Visita de Antony Blinken: gobierno de Costa Rica se alinea con las políticas de hegemonía y dominación en la región de la administración Biden
La administración Biden está tratando de recomponer, guiados, según ellos, por el “destino manifiesto”, la hegemonía y dominación mundial de los Estados Unidos, luego de que ya es evidente la fractura del orden unipolar. Se esperaba un cambio de visión estratégica por parte de los demócratas, después de los 4 años de la administración Trump en la cual se mantuvo un enfrentamiento permanente con casi todos sus aliados históricos a nivel global, situación que se tensó aún más por los impactos económicos en el marco de la propagación y manejo del fenómeno Covid-19.
Claramente no fue así. La Administración Biden no se alejó de la política de confrontación de la administración Trump, todo lo contrario, ese nivel de confrontación se ha incrementado, especialmente con China y Rusia, con temas “calientes” como el Mar Meridional de China, Ucrania, Bielorrusia, Crimea, Siria, Irán y el Medio Oriente, etc. En todos esos casos ha mantenido una política de amenazas militares y sanciones económicas. En todos esos conflictos ha buscado recomponer la alianza con la Unión Europea con el fin de que le acompañe en su política de hegemonía y dominación como ha sido el comportamiento histórico de la “vieja Europa”.
La confrontación global con China y Rusia no es casual, China avanza a paso firme a convertirse en un cortísimo plazo en la primera economía global y en el caso de Rusia su recuperación económica y militar la coloca como un poder global que enfrenta los apetitos imperialistas hegemónicos y de dominación y le obstruye, especialmente a Estados Unidos, el ansiado camino de regresar a un mundo de dominación unipolar.
Se puede afirmar que una buena parte de la actual estrategia de la administración Biden es el “blanqueo” de la imagen histórica del imperio estadounidense, incorporando temas que para la opinión pública global son sensibles: lucha contra el cambio climático, defensa de los derechos humanos, regreso a la institucionalidad multilateral, en fin, una operación más de “maquillaje”, de forma, para crear la imagen de un “imperialismo amigable”, pero apostando a que los intereses y prioridades del imperio no se vean afectados.
En el caso de América Latina, la administración Trump, tuvo como hoja de ruta el ataque a los procesos ideológicamente más a la izquierda, en primer lugar, acabar con la revolución bolivariana de Venezuela por cualquier vía, diplomática, económica y militar; impulsar el golpe de Estado en Bolivia (con la ayuda de los británicos), promover la desestabilización interna del gobierno de Nicaragua y seguir con su política criminal de bloqueo a Cuba. Cabe señalar que esa estrategia política fracasó estrepitosamente, por un lado, por la respuesta contundente de las fuerzas populares y por otro, el aislamiento interno de las derechas nacionales aliadas al imperio.
Para llevar a cabo esa política de desestabilización y agresión, contó con la OEA, institución que Luis Almagro ha puesto por los suelos, reforzándola como “el ministerio de colonias de EUA”, el Grupo de Lima liderado por Perú y el gobierno paramilitar colombiano. Todos ellos hoy inmersos en una seria crisis de legitimidad formal.
La administración Biden impulsa un cambio de enfoque, para mantener el control de la región y la ofensiva contra los gobiernos progresistas y de izquierda, también dándose cuenta de que la situación interna ha cambiado, los gobiernos progresistas de Argentina y México empiezan a redefinir el escenario político, las masivas protestas sociales en Colombia y Chile debilitan fuertemente a dos de los principales gobiernos de derecha, el incierto escenario electoral en Perú en el que la izquierda puede ganar, obliga al imperio a cambiar su hoja de ruta en su estrategia.
Ese cambio también está determinado, porque América Latina entró a jugar en el escenario geopolítico, ya no es “el patio trasero del imperio”, China y Rusia tienen más presencia económica e incluso militar, las inversiones chinas ya no sólo están en Sudamérica, sino en Centroamérica/México, el rol de ambas economías ha ganado espacio en la región principalmente en el contexto de la pandemia, con el apoyo masivo que están brindando con las vacunas rusas y chinas.
Ante la seria crisis de los soportes institucionales de la política imperialista estadounidense para la región (OEA, Grupo de Lima, gobierno de Colombia), el cambio es obligado, irrumpe la derecha ecuatoriana con el presidente recién asumido Guillermo Lasso (su embestidura fue un reencuentro de la derecha y extrema derecha latinoamericana y española); veremos en las próximas semanas muy posiblemente jugando un rol más activo al Gobierno Ecuatoriano para la estrategia antivenezolana; irrumpe el gobierno de Costa Rica, administración Alvarado Quesada, no es casual que la primera visita a América Latina del nuevo Secretario de Estado Antony Blinken sea a nuestro país, con dos temas centrales, la crisis migratoria de preocupación económica más que humanitaria para el imperio y el tema de Nicaragua, un tercer tema muy posiblemente sea el tema de El Salvador por el acercamiento de ese gobierno con China.
La tarea de la administración Biden, es volver a “restaurar el orden” lo más pronto posible en la región, controlar y aislar a los gobiernos “incómodos” (léase Cuba, Nicaragua y Venezuela); impedir que Argentina y México se le distancien demasiado, hacer “control de daños” con las crisis políticas en Perú, Colombia y Chile y detener el crecimiento de la influencia de China y Rusia, para todo ello requiere cambiar de actores y lamentablemente parece que en su etapa final, la cuestionada administración Alvarado Quesada quiere colocar a Costa Rica como un andamio de soporte, favorable a las políticas de hegemonía y dominación del imperialismo yankee y esa sumisión de la administración Alvarado Quesada ya demostrada con el Grupo de Lima podría conllevar a consecuencias insospechadas.
Comisión Nacional de Enlace
San José, Costa Rica
29 mayo 2021