Sobre la entrevista Mora-Figueres en Ochomogo, el 17 de abril de 1948, Carlos Luis Fallas intercambió notas con Manuel Mora
NOTA DE LA REDACCIÓN: SEMANARIO «LIBERTAD» – 1965
Acogemos con mucho gusto el anterior documento, firmado por los señores Fallas y Mora y hacemos saber al señor Mora que puede seguir usando estas columnas para continuar explicando los hechos históricos en que le correspondió intervenir.
CARTA DE CARLOS LUIS FALLAS SIBAJA A MANUEL MORA
Sr. Lic. Manuel Mora Valverde
San José
Estimado amigo y compañero:
En el número pasado de LIBERTAD, en la introducción a tu relato sobre tu entrevista con don José Figueres en el Alto de Ochomogo, se dice que se trata de un hecho histórico que conviene poner en claro antes de que los testigos desaparezcan. Por esa misma razón -por tratarse de un hecho histórico- y como tu relato resulta muy suscinto y relacionado exclusivamente con la cuestión medular, la del Pacto, me permito hacer las siguientes aclaraciones, con el ruego de que al pie de ellas agregues el juicio que te merezcan en cuanto a lo que a su veracidad se refiere:
1º. Para esa fecha (17 de abril de 1948) yo era jefe militar del Frente de Tres Ríos. Bajo mi mando estaban las tropas estacionadas en esa población, los retenes de los alrededores y las patrullas que se movían en las faldas de Ochomogo. Allí teníamos dos mil hombres, que podíamos aumentar a más de tres mil, con las reservas de San José y las armas y el parque suficiente como para intentar un ataque decisivo a la ciudad de Cartago.
2º. Precisamente en esos días estábamos nosotros discutiendo dos posibles salidas a la situación militar planteada: a) Provocar la salida del enemigo para batirlo en las afueras de Cartago; b) Lanzarnos sobre la ciudad de Cartago en un ataque masivo. La mayoría de nosotros se inclinaba por esa segunda solución.
3º. El 17 de abril, a las 8 de la noche, llegué a San José, a resolver cuestiones de rutina y me encontré con que estaban preparando tu salida hacia el Alto de Ochomogo, para una entrevista con el señor Figueres. Consideré eso una locura y te dije que te podían asesinar. Me replicaste que muchos compañeros habían sacrificado ya su vida y que otros muchos la estaban exponiendo; y que del mismo modo vos tenías la obligación de exponer la tuya para evitarle a Costa Rica la tragedia de una intervención extranjera. Y entonces te dije que yo te acompañaría para que, por lo menos, no te murieras solo.
4º. Subimos en el jeep hacia el Alto de Ochomogo, hasta el sitio en que apareció el Presbítero Benjamín Núñez. Te fuiste con él y yo me quedé allí, esperándote, en compañía del camarada que iba manejando el jeep. Algún tiempo después regresaste y me dijiste que era necesario mi presencia en ese diálogo con el Sr. Figueres, como testigo de lo que allí se estaba conviniendo. Que el Sr. Figueres estaba de acuerdo con esa asistencia mía. Y así fue como yo conocí esa noche al Sr. Figueres y como fui testigo de sus palabras y de las tuyas.
Te saluda cordialmente.
Carlos Luis Fallas
Agosto 24 de 1965.
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MANUEL MORA VALVERDE EXPLICA SOBRE EL TESTIMONIO DE CARLOS LUIS FALLAS CUANDO SUBIERON A OCHOMOGO EN 17 DE ABRIL DE 1948
El compañero Fallas tiene razón. Los hechos ocurrieron tal y como él los relata y considero perfectamente acertado que se cubran las lagunas que yo dejé en mi relato, en un afán erróneo de ser breve. Sin embargo, me veo obligado a decir algo más, para que puedan entenderse mejor las afirmaciones de Fallas.
En la madrugada del 17 de abril -como lo explico ampliamente en artículo que en otra oportunidad será publicado- todo el parque y las mejores armas que había en los cuarteles de San José y Alajuela fueron sacados de los cuarteles y trasladados al Norte para entregarlos a las tropas de Somoza. Esto fue hecho por militares del Gobierno, de acuerdo con un plan elaborado bajo el asesoramiento de la Embajada de los Estados Unidos. Somoza había sido autorizado para entrar a nuestro país a “poner orden” y a “salvar a Centroamérica del comunismo”.
Pero se convino en que “los comunistas fueran desarmados” para que la Guardia Nacional pudiera realizar con más facilidad su tarea. Los militares cumplieron su cometido y nos dejaron a nosotros sólo con los rifles y el parque estaba fuera de los cuarteles. Esas armas eran suficientes para pelear con Figueres, pero no lo eran para pelear con la Guardia Nacional de Nicaragua, ni menos con la Guardia y Figueres al mismo tiempo.
Cuando Fallas y yo subimos a Ochomogo ya la Guardia había entrado a territorio nacional y había llegado a las fincas de don Otilio Ulate, al mando del coronel Galián. En la frontera esperaba el propio General Somoza, al mando de mil guardias más.
La Guardia abandonó nuestro territorio cuando nosotros nos desarmamos con base en el pacto convenido en Ochomogo y firmado en la Embajada de México con la garantía del cuerpo diplomático.
Manuel Mora V.