Influencia neoliberal y sometimiento de algunos sindicatos a la política de los enemigos de la clase trabajadora
EL NEOLIBERALISMO AGONIZA Y LOS DIPUTADOS Y EL GOBIERNO NO LOGRAN VERLO ESTÁN CIEGOS. NINGUNA LEY DETENDRÁ LA LUCHA DE LOS TRABAJADORES POR LA JUSTICIA SOCIAL.
Por: Humberto Vargas Carbonell
Lamentablemente el Gobierno y algunos sindicatos, que están muy lejos de ser representantes legítimos de los afectados por sus acuerdos, han tomado la decisión de fijar un aumento salarial para los empleados públicos, válido para todo el año.
Se trata de una rendición anticipada.
Si en el fragor de la lucha un sindicato debe ceder a las imposiciones patronales, resulta siempre doloroso. Siempre que triunfa la injusticia hay razón suficiente para sentirse dolido. Pero ahora no se trata de eso, se trata de la renuncia a la lucha sin siquiera un intento de resistencia. Esto no es motivo de pena sino de indignación.
Renunciar a la lucha por el salario es colocar a los trabajadores ante un paredón donde se mata con perdigones o con balas de miseria. Y que sean “dirigentes sindicales” los arquitectos de ese paredón vale para sentir que la lógica de la lucha social se volcó y que el mundo comienza a caminar al revés.
Muy a menudo en la historia política de nuestro país, ocurren fenómenos capaces de romper el buen sentido y en este caso, la pérdida del buen sentido es que algunos dirigentes sindicales decidieran apartarse del buen camino que es el de la justicia social y ponerse a renquear en el camino de los neoliberales explotadores.
Cualquier observador podría llegar fácilmente a la conclusión de que en este país las monstruosidades ideológicas del neoliberalismo se han convertido en una verdadera epidemia.
Tan contaminante como la gripe asiática o la peste negra. En los representantes políticos de los monopolios gringos y de las cuentas de los oligarcas esto es no solo contaminación es también perversión. Lamentablemente lo mismo está ocurriendo en el mundo de algunos dirigentes sindicales.
Resulta que en este país los precios de todos los bienes son libres, podríamos decir libérrimos. Todos los bienes, así como los alimentos y las medicinas no tienen control de precios; el precio del arroz es una excepción.
El precio del arroz subió doce colones por kilo, que no es poco ya que cada costarricense cada año consume 54 kilos del exquisito cereal. Invito al lector de estas notas que calcule cuánto cuesta el consumo del arroz y agregue los precios de los frijoles, de las frutas y de las hortalizas. No incluyo la carne por qué hace mucho tiempo anda de huida y ni siquiera se acerca a las mesas de los pobres.
Seguramente todos están enterados de que los medicamentos son manejados por brutales monopolios que, con precios infames, atentan contra la salud y contra la vida de la población.
Seguramente nadie ignora que el comercio de artículos de amplio consumo también está monopolizado y en este caso por empresas monopólicas y gringas. Entre Walmart y Pricesmart trituraron al pequeño comercio nacional. Se tragaron a las pulperías con la misma fuerza y con la misma violencia conque los hoyos negros se tragan a constelaciones enteras. Del resto se apoderaron los comerciantes chinos.
Libertad de comercio para los grandes monopolios y absoluta restricción en el pago de los salarios. La libertad de comercio, en un país donde impera la explotación del trabajador, significa riqueza para los explotadores y pobreza, miseria y siempre dolor para los trabajadores.
Esto es lo que quieren los que pretenden monopolizar la decisión de cuánto debe recibir un trabajador por su esfuerzo. Para el gobierno neoliberal este es el reino celestial, para los trabajadores el averno de las carencias.
Mientras algunos dirigentes sindicales fijan aumentos salariales ridículos, los diputados establecen normas para prohibir los actos de defensa y lucha de la clase trabajadora.
La ley de huelgas es la puerta a la violencia social. No hay ley que pueda evitar la autodefensa de los trabajadores; ninguna ley—por brutal y estúpida—como la que pretende eliminar las huelgas de la lucha social puede anular las ansias de los trabajadores por una vida mejor.
Los diputados neoliberales no pueden cambiar el mundo, las leyes inteligentes regulan los cambios sociales o históricos, pero no los generan.
Aquellos que anularon voluntariamente su capacidad de pensar y llenaron los entresijos de sus circunvoluciones cerebrales con la bazofia de las imposiciones neoliberales, están destruyendo la paz social en nuestro país.
El neoliberalismo es violencia contra el pueblo y, más temprano que tarde, el pueblo responderá a la brutalidad con su propia violencia.
El neoliberalismo está muriendo, está siendo liquidado por la resistencia popular. Esta resistencia no es ni será el fruto de una maniobra, será el equilibrio histórico y natural de la lucha por la igualdad y la justicia social.
Los injustos tendrán que rendir cuentas y pagar por su ceguera.