¿Vivimos bajo un régimen totalitario?, así es

Régimen político en el que el poder es ejercido por una sola persona o partido de manera autoritaria, impidiendo la intervención de otros y controlando todos los aspectos de la vida del estado. Totalitarismo es el término por el que se conoce a las ideologías, los movimientos y los regímenes políticos donde la libertad está seriamente restringida y ejerce todo el poder sin divisiones ni restricciones. (Definiciones)

 

Por: Martín Rodríguez Espinoza

El régimen totalitario apareció como respuesta opositora al régimen fascista de Benito Mussolini en Italia, durante la Segunda Guerra Mundial, siendo luego adoptado por éste, como elogio a su forma de gobierno, asumiendo la concentración de todas las fuerzas o valores dentro del estado, y no dejando nada por fuera.

Cuando un régimen, como el de Costa Rica, en el que la mafia político empresarial asume el poder total, utilizando para eso todos los poderes del Estado, no puede más que llamarse totalitario.

Los espacios de diálogo real, transparente, abierto, para definir como sociedad las vías de consenso para la toma de decisiones que afectan a toda la Nación; cuando se presentan proyectos de ley para eliminar derechos laborales y económicos para igualar sus condiciones hacia abajo con otros trabajadores explotados y abusados del sector privado, cuando se discuten leyes que castigan y limitan el derecho a la huelga, a la protesta social, a la libre manifestación y expresión social, estamos ante un régimen totalitario similar (solo faltando el asesinato de dirigentes sindicales, políticos y sociales) al vivido durante y posterior a la guerra civil, entre 1948 y 1949.

La Constitución Política de Costa Rica, violada salvajemente desde hace muchas décadas por los gobiernos de turno, queda en el cesto de la basura por un régimen que impone por la fuerza acciones que nos devuelve hasta 1943, cuando la clase trabajadora y el pueblo costarricense no contaban con derechos humanos amplios.

La regresión en esta materia es brutal, despiadada. Este régimen somete a la población a  decisiones incuestionables, que son aceptadas a través de propaganda de medios de “comunicación” que pertenecen precisamente a los grandes empresarios y banqueros, en donde exaltan las virtudes de proyectos que atentan contra las libertades individuales y colectivas, y lo complementan por una cruel persecución a todos los adversarios y a los opositores del régimen, sean sindicales, políticos o sociales en general.

En la Asamblea Legislativa ya no hay partidos políticos, no hay oposición, funciona como un solo partido y el “cordón umbilical” llega hasta el poder judicial, poder legislativo, tribunal electoral, contraloría y toda institución que define las políticas económicas y sociales. Toda la institucionalidad se desdibuja, no existen leyes ni poderes que las sanciones, regulen o controlen, todo está bajo un mismo poder cuyo rostro cada vez es más visible, una mafia político empresarial parasitaria.

Las organizaciones religiosas no quedan por fuera del poder, al contrario, las necesitan para “apaciguar” las almas, dormir conciencias y controlar “pasiones”, tanto las católicas como las llamadas evangélicas o protestantes. Las organizaciones religiosas oficiales, en este caso la católica, siempre se ha “acurrucado” bajo las alas del poder, sigue sus directrices, son socios en agrupaciones corporativas, cotizan en la bolsa de valores. Estos juegan un papel de sostén del régimen, por eso vemos presidentes, diputados, ministros y magistrados recibiendo “la bendición”, hoy católica, mañana evangélica, pasado mañana no sabemos.

Finalmente, todo esto demuestra, una vez más, que la lucha de clases se manifiesta sin tapujos. Este régimen es la expresión dictatorial de unos sobre otros, los ricos, los grandes empresarios, los banqueros, sobre el pueblo, sobre la clase trabajadora. Es la lucha desenfrenada por el dinero de unos pocos, a costa de la vida de miles o millones. Hoy ellos tienen el poder.

La «vuelta a la tortilla» no tiene escapatoria, el pueblo debe asumir su propia organización y lucha por la toma del poder político, construir su camino e imponerse a la avaricia y la corrupción de  unos pocos, que son, al final de cuentas, los responsables de su pobreza y su miseria.

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