El Partido Vanguardia Popular propone la unidad de todas las fuerzas populares para cambiar el nefasto rumbo del neoliberalismo por un modelo de desarrollo popular y patriótico

Un programa elaborado por todos y con métodos democráticos abrirá curso a la justicia social y a la defensa de la soberanía nacional. Saludamos a todos los trabajadores con motivo del 1 de Mayo, Día Internacional de la Clase Trabajadora.»

La recordación de los mártires de Chicago y juntos a ellos, de las luchas por la justicia social y la libertad que se han librado y se libran en el mundo entero no es una fiesta, es una jornada de lucha.

Para nosotros, los costarricenses para  nuestros hermanos centroamericanos, esta fecha tiene el enorme valor coincidir con la rendición del jefe filibustero William Walker. En esa guerra, en esa victoria se consolidó la independencia de Centro América.

Los trabajadores se reúnen  y reiteran sus propósitos, que son los más elevados y puros, puesto que no existe lucha más justa que la que aspira a la justicia social, a la libertad y a la desaparición de todas las formas de discriminación.

Esa es la esencia de los afanes combativos de los que siendo los creadores de toda la riqueza son privados de la posibilidad de llenar sus necesidades más elementales y más simples. Esta circunstancia tiene un nombre único: explotación.

El primero de mayo no es para hacer homenajes o cantar loas a un organismo burocrático ni a ninguna persona en particular. El encuentro de los trabajadores de diversas actividades y de distintas organizaciones sindicales, ha de servir para forjar la conciencia de que es necesario unirse para la lucha. Son las bases populares las que requieren la unidad de toda la clase trabajadora, puesto que este es un requisito que ha de estar siempre muy por encima de las diferencias que puedan surgir entre sus dirigentes. No se debe permitir, bajo ninguna circunstancia, que diferencias burocráticas o simplemente de carácter impidan alcanzar  la condición fundamental para la lucha: la unidad y el respeto mutuo entre las más diversas organizaciones de la clase trabajadora. De la unidad de los trabajadores solo puede eliminarse a los traidores; todos los demás debemos marchar como un sólido y unitario destacamento de luchadores por la justicia social.

La división de los trabajadores organizados es el negocio supremo de las burguesías criollas y, sobre todo de los monopolios imperialistas. Esto nos permite decir que los divisionistas son, al fin de cuentas, cómplices de la explotación de los trabajadores. Para garantizar la unidad de todos los explotados son imprescindibles  dirigentes que respeten los principios unitarios y sean fieles a sus afiliados y, además, bases con capacidad para controlar la conducta de sus dirigentes. La unidad exige un ambiente fraternal y respetuoso, pero no las mismas concepciones ni las mismas respuestas a todos los problemas. Lo que debe exigirse, ante cualquier situación, es una respuesta clara a la siguiente pregunta: ¿A quién estoy sirviendo, a mis compañeros trabajadores explotados o a los capitalistas explotadores? La respuesta a esta pregunta puede ser la más certera brújula para orientarse política y éticamente.

La unidad de los trabajadores no es un capricho, es una exigencia del momento histórico que estamos viviendo.

Las relaciones humanas están dominadas por diversos choques de carácter histórico, entre los cuáles el decisivo es que se da entre los trabajadores explotados y las oligarquías  de cada país y contra los monopolios imperialistas quienes pretenden el dominio  los recursos más valiosos  del orbe y, a la misma escala, la explotación de los obreros, los campesinos y las capas medias.

El capitalismo salvaje se ha hecho bestial con el modelo neoliberal. La bestia del momento está representada por los carteles de multimillonarios norteamericanos y por su brazo político principal, el gobierno de los Estados Unidos. Con la complicidad de los imperialistas de segundo orden, representado por los antiguos colonialistas europeos han logrado  poner dominar a las burguesías de los países de desarrollo medio o de bajo.

Estas burguesías se están suicidando pero se mantienen fieles a su amo imperialista.

La disputa con los partidarios de un mundo multipolar hace crecer el riesgo de una guerra que podría destruir la vida en este planeta o su total destrucción.

El modo de producción capitalista, en su fase imperialista, está sufriendo una crisis profunda que es la causa real de su carácter esencialmente explotador,  violento y criminal.

La esencia del modelo neoliberal es la respuesta desesperada a esta crisis.

El Gobierno de los Estados Unidos y sus representados, los grandes bancos y los carteles imperiales,  encabezan el esfuerzo por la dominación del mundo. En Alianza con las desgastadas potencias europeas buscan un predominio militar y con ello el sometimiento del resto de los países. Estados Unidos cuentan con más de 900 bases militares en el extranjero y con la OTAN que les garantiza el dominio sobre la Europa Occidental.

En América Latina los yanquis han reactivado las concepciones monroistas, vale decir el viejo slogan: “América para los americanos”.

Para el gobierno de Estados Unidos, las relaciones internacionales no tienen más que dos opciones: los entreguistas y los enemigos.

Los entreguistas, entre los cuales se encuentra el  gobierno de Carlos Alvarado, han renunciado a buscar caminos propios para resolver sus problemas y se limitan a obedecer al jefe de turno y los enemigos son lo contrario. El imperio no acepta la diversidad en el desarrollo; la obligación es obedecer. Obedecer es seguir el camino que señalan el FMI, el Banco Mundial, la OMC, la OCDE y todo un enorme grupo de entes  jurídicos e ideológicos para garantizar su dominio. Cuando estos instrumentos fallan, cuando los pueblos rechazan la  injerencia imperial en su vida económica, política y social, deben enfrentar la brutalidad imperialista. Escudados por el monopolio mediático, intervienen con una brutalidad sin precedentes en la historia humana. El bloqueo contra el pueblo cubano, la locura diabólica contra el pueblo Venezolano, las amenazas contra Nicaragua, son buenos ejemplos, a los que podríamos agregar el golpe de Estado contra el Presidente Salvador Allende y muchos otros ejemplos de intervencionismo en el mundo entero.

La obediencia a los imperialistas es un camino nefasto y terriblemente peligroso. Ahora se enmascara tras el seudónimo de neoliberalismo. La aceptación del neoliberalismo significa la pérdida de la identidad nacional y es por eso un acto de traición. Significa poner a un pueblo a servir intereses ajenos, traicionar el interés nacional y servir a los explotadores internacionales.

Esta es la bochornosa lógica de la oligarquía  explotadora, sometida al imperialismo y, en consecuencia, una flagrante traición a los intereses nacionales.

Si nos fijamos en la situación en Venezuela estaremos ante el  más grave ejemplo de brutalidad imperialista. Nunca antes había utilizado tanta violencia contra un  país latinoamericano; se ha atentado contra todos los habitantes privándolo de la energía eléctrica y del suministro de agua potable.  El monopolio mediático  ha utilizado contra este pueblo y sus gobernantes mentiras y falsedades hasta límites insospechados.

Esto se explica porque los yanquis temen el ejemplo de los países libres, capaces de encontrar caminos propios, en este caso el socialismo del siglo XXI y porque pretenden apoderarse de las inmensas riquezas naturales que guarda el territorio venezolano. El afán de  robarse de esas riquezas naturales explican los métodos genocidas  contra un pueblo que anhela vivir en paz;  crímenes que han roto  las normas del derecho y de la decencia internacionales;  comparables con los crímenes cometidos por el nazi-fascismo durante los años precedentes y durante la segunda guerra mundial. Cuba  ha tenido que padecer las graves consecuencias de un brutal bloqueo que dura ya más de medio siglo. Es la lucha del imperialismo contra toda opción política y social basada en la igualdad y en la justicia social. Los yanquis tienen en sus planes apoderarse de Bolivia, de Cuba y de Nicaragua y utilizar estas derrotas para consolidar su dominio sobre el continente entero.

Destruir lo justo, lo sano para los pueblos para imponer el poder de los malditos explotadores.

Esa es la historia trágica y dolorosa de las relaciones de América Latina con los Estados Unidos.  Robo de territorios, invasiones, golpes de Estado y sobre todo explotación. Esta es la esencia del monroísmo.

Es la hora de rectificar el camino y esto depende de los pueblos, en primer lugar de los obreros, los empleados, los campesinos organizados, de los intelectuales patriotas y de la enorme masa de trabajadores informales.

La burguesía dominante y el gobierno que la representa no son capaces de seguir un rumbo realmente nacional, su brújula está en Washington.

Solo los que sufren las consecuencias del entreguismo ciego y brutal del neoliberalismo serán capaces de buscar una remodelación social democrática, cuyo centro debe ser el patriotismo y la justicia social.

Los jefes yanquis y sus subordinados han elaborado un modelo explotador que no tiene parangón en la historia humana, el capitalismo salvaje.

La burguesía apátrida ha establecido  una estructura administrativa y jurídica que le garantiza a los monopolios imperialistas el dominio  de los recursos de los países dominados. Su injerencia no es esporádica, es permanente y total. La escudan tras los nombres de Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional, Organización Mundial  de Comercio, Programas de Ajuste Estructural Organización, Convenios de Libre Comercio, Acuerdo para  la Cooperación y el Desarrollo Económicos y un enjambre de otras organizaciones subordinadas a la política dictada por Washington.

Esta falsa “institucionalidad” nacida en las entrañas imperiales le da una cobertura jurídica a la más brutal injerencia en la vida de los pueblos dominados. Ese es también el encubrimiento de las burguesías vendidas, absolutamente traidoras y por lo mismo incapacitadas para gobernar.

El imperialismo pretende dominar la vida política, social y cultural de todos los países subordinados. Su expresión ideológica irrespeta la soberanía de los pueblos, se apodera de sus riquezas, y exige el total sometimiento político y cultural. La burguesía ha hecho suya esta política, son auténticos cipayos. Los destinos de la patria están en el campo de los obreros, los campesinos, los empleados, los desocupados, los trabajadores del sector informal, los empresarios pequeños y medios. Es el pueblo que tiene el deber de definir el futuro de la patria.

Estamos convencidos de que es necesario que todos los patriotas nos encontremos,  libremente, en condición de iguales, para estructurar un programa de todos y para todos. Cualquier intención hegemonista sería un obstáculo para la unidad popular que demanda la historia.

Nuestra fuente de inspiración serán siempre  los combatientes contra el filibusterismo y nuestro Libertador Juan Rafael Mora Porras.

El Libertador nos enseñó: “el pueblo que no cuida lo que tiene termina siendo inquilino en su propio país”.

Los que mandan han preferido ser inquilinos del poder extranjero; el pueblo ha de cuidar lo que tiene y recuperar lo que le han quitado.

En esa idea queremos proponer algunos puntos que deseamos discutir con otros grupos, sindicatos y organizaciones populares. No somos dueños de nada, salvo de la decisión de buscar en conjunto con otras organizaciones populares un programa de unidad popular.

Solo unidos podremos cambiar los destinos de Costa Rica.

I

El principal objetivo de un programa popular debe ser la recuperación de la plena independencia  y garantizar así un modelo de desarrollo económico, social y cultural auténticamente nacional.

Este principio no tiene nada en común con un exclusivismo estrecho; se trata de que primen los intereses nacionales en las relaciones diplomáticas, económicas, sociales y culturales con todos los países del mundo.

Todos los derechos, incluyendo, los humanos, quedan anulados si se pierde la facultad de la plena autodeterminación.

No olvidar y hacer realidad la enseñanza del maestro don Joaquín García Monge: “…el derecho fundamental y primario es el de habitar, el de ser dueño de la tierra en que se vive; si dejamos que hombres o instituciones codiciosas lo acaparen para su particular beneficio, si vemos impasibles que el conquistador forastero poco a poco la compra, si nada hacemos para por conservarla ante todo y cultivarla después, estamos perdidos, en camino hacia la peor de las esclavitudes, la del proletario que no pasa de ser un mero inquilino en la tierra de sus padres.

II

Los costarricenses tenemos el deber de defender el ahorro nacional, considerando que está formado por las instituciones públicas productivas o financieras. Esos recursos han nacido principalmente del esfuerzo y del sacrificio del pueblo, aunque ahora están al servicio de elementos ajenos, especialmente de una oligarquía apátrida y de monopolios extranjeros. La ley de estabilidad fiscal ha impuesto la llamada “regla fiscal” que condiciona el crecimiento del gasto público al monto de la deuda pública. Esta norma es una conspiración contra el desarrollo del sector de economía pública y por esa vía  a su desaparición.

Son parte de esa riqueza que debe considerarse no enajenable, entidades públicas  como el Instituto Costarricense de Electricidad, la Caja Costarricense del Seguro Social, la banca nacional, el Instituto Costarricense de Acueductos y Alcantarillados, el Instituto Nacional de Seguros, las Universidades Públicas, la Editorial Nacional y otras con ese mismo carácter.

Defender a estas instituciones no significa defender la mala administración y mucho menos a la corrupción que las ha convertido en fuente principal de enriquecimiento ilícito para la oligarquía; significa defenderlas para que sean debidamente administradas y liberarlas así de la corrupción imperante.

La corrupción administrativa es una fuente de permanente empobrecimiento de toda la población. Un gobierno de raigambre popular tiene el deber de colocar entre sus prioridades la erradicación de la corrupción administrativa y también de la privada.

La Convención de la ONU contra la corrupción dice que “Este fenómeno maligno se da en todos los países—grandes y pequeños, ricos y pobres—pero sus efectos son especialmente devastadores en el mundo en desarrollo. La corrupción afecta infinitamente más a los pobres porque desvía los fondos destinados al desarrollo, socava la capacidad de los gobiernos de ofrecer servicios básicos, alimenta la desigualdad y la injusticia y desalienta la inversión y las ayudas extranjeras. La corrupción es un factor clave del bajo rendimiento y un obstáculo muy importante para el alivio de la pobreza y el desarrollo”.

Las organizaciones populares deben constituirse en batallón de la primera línea en la lucha contra la corrupción, contra los corruptos, para así sumar a esa lucha a todo el pueblo.

Es imprescindible alcanzar reformas  legales y constitucionales que permitan al pueblo terminar con la corrupción  encarcelar a los corruptos. Es necesario que la denuncia pública, ante los Tribunales o por los medios de información pueda ejercerse, sin consecuencias legales adversas para los denunciantes.

La lucha contra la corrupción y contra los corruptos debe convertirse en parte esencial de la lucha por la justicia social, por la soberanía nacional y por el desarrollo.

III

El país está viviendo las primeras etapas de un proceso recesivo, cuyos efectos más negativos son la desocupación, la crisis agraria, los problemas fiscales y otros derivados de esta situación.

Estos fenómenos se hacen evidentes para todos, pero las soluciones propuestas son antagónicas al interés de la clase trabajadora y a todo el pueblo.

Las supuestas soluciones oficiales más bien  tienden al agravamiento de los fenómenos negativos para el desarrollo nacional. Es imprescindible un programa popular para abrir la posibilidad de lograr  una reactivación sana y positiva para toda la sociedad.

Frente al proyecto neoliberal que propone el gobierno y los organismos internacionales que sirven al imperialismo, hay que enfrentar un plan que haga compatibles la reactivación económica y la justicia social. Esta es la gran tarea del movimiento popular unificado.

El plan neoliberal del gobierno y de la oligarquía se basa en la atracción de inversión directa extranjera y un mayor endeudamiento en dólares.

El plan popular debe basarse en el desarrollo de las potencialidades propias, es decir costarricenses, para alcanzar un desarrollo endógeno.

Para el desarrollo de las potencialidades propias es necesario crear organizaciones populares en todas las regiones del país y que sean sus propios habitantes los que contribuyan con planes locales de reactivación económica. Es imprescindible la contribución de especialistas y técnicos, pero la acción popular será el antídoto más eficaz contra el burocratismo retardatorio contra cualquier intento de corrupción. Se trata de sustituir los métodos burocráticos por la experiencia y la inteligencia de los pueblos.

Así los gestores de estos planes de desarrollo serán aquellos que conocen mejor su zona y los que más necesitan la reactivación económica. En todo el país existen posibilidades de desarrollo para proyectos económicos positivos.

La creación de los Consejos Populares de Reactivación Económica en las diversas regiones será el camino más certero para lograr la solución de los problemas sociales y económicos.

Este proyecto no excluye la inversión extranjera pero debe subordinarse al interés nacional de lograr un desarrollo propio y sostenible.

Para el mejor cumplimiento del propósito expresado proponemos lo siguiente: a) Desarrollo agrícola intensivo, que incluye una justa distribución de la tierra entre los campesinos; eliminación del latifundio improductivo y control estricto de la actividad de los monopolios agrícolas extranjeros. A los campesinos precaristas y a los que por ruina o desocupación actualmente viven en las bolsas de miseria se les debe entregar la tierra y los recursos imprescindibles para la producción. Iniciar un proceso de aplicación de métodos científicos y técnicos para elevar la productividad del campo.

El desarrollo de las zonas costeras requiere planes propios y avanzados de pesca. Los habitantes de estas zonas terriblemente deprimidas, amenazados por la pobreza extrema, tienen a su lado la mejor fuente de trabajo y una de las principales fuentes potenciales de bienestar y riqueza para toda la nación.

El domo térmico debe convertirse e fuente de riqueza para los trabajadores del mar y para toda la nación.

El turismo rural es necesario convertirlo, con ayuda estatal, en una de las principales fuentes de trabajo y de riqueza.

La agricultura y la pesca deben ser acompañadas por un desarrollo industrial de la agricultura y de las riquezas del mar.

Industria alimenticia debe convertirse en una de las fuentes principales de exportación. Con ello se estimula la agricultura, la ganadería y la pesca.

El desarrollo de un plan semejante al propuesto podría dar trabajo y elevar el nivel de vida del pueblo. Este sería un auténtico desarrollo económico, tanto para los asalariados como para los empresarios nacionales que participen en tal proceso.

A don Joaquín García Monge le preguntaron sobre un posible programa, con  una ocasión de la posibilidad de formar un partido de la juventud en 1929, y dijo: 2.-Poner atención esmerada al problema de la tierra. Redimir al campesino de su ignorancia y de sus deudas. Educación agrícola eficaz. Cajas de Crédito agrícola. Estaciones experimentales agrícolas. Ponerle diques al latifundio. Conservación de la tierra, sin enajenarla al trust extranjero. Considerar como propiedad nacional las riquezas naturales de la tierra…Leyes protectoras del campesino.

En esencia ese es nuestro ideario.

IV

Los monopolios privados deben ser abolidos efectivamente.

Para el desarrollo económico nacional es imprescindible eliminar la importación de artículos alimenticios o de otro tipo si es que se producen en Costa Rica, y salvo en los casos de inopia debidamente comprobada.

La importación de alimentos básicos ha producido una grave crisis a los productores nacionales, sobre en los dedicados a la producción de maíz, arroz, frijoles, frutas, ajos, cebollas, papas y muchos otros productos.

El caso de la producción de maíz es trágico.

En la década de los 80 se sembraba en el país cerca de ochenta y cinco mil hectáreas. Ya para 2014 la siembra de maíz se había reducido 15750 y ha seguido disminuyendo. También señalan los especialistas que han desaparecido las variedades locales o criollas y también se extinguieron valiosos materiales genéticos que, durante décadas habían sido capaces de adaptarse a las condiciones particulares de cada zona

Procedencia de las importaciones de maíz comercial: de los Estados Unidos, el 84 por ciento, de Brasil 15 por ciento y de Centro América, el 1 por ciento.

Más del 50 % del arroz se compra en los Estados Unidos.

En Costa Rica se produce solamente un 25 por ciento de los frijoles que se consumen en todo el territorio nacional.

Los datos relacionados con el maíz los hemos tomado de un texto de la Oficina Nacional de Semillas y de ahí tomamos la siguiente observación: “Desafortunadamente, con la firma de tratados comerciales como el PL-480, TLC y otros, la condición de bonanza de nuestros campesinos se fue deteriorando aceleradamente. Los subsidios, las economías de escala y la agricultura extensiva de bajos costos de los países desarrollados, hicieron imposible que el pequeño productor de maíz nacional, compitiera con los grandes países de Norte América”.

Es necesario clarificar los montos de importación  de otros productos de amplio consumo, incluyendo frutas, puesto que la compra en el exterior esos productos incide negativamente en el nivel de vida de los campesinos y en las fuentes de empleo.

Repetimos la vieja consigna: no debe tierra agrícola sin campesinos ni campesinos sin tierra. Y agregamos: las riquezas del mar deben ser para el disfrute de los pescadores nacionales. Esto sí es auténtica reactivación económica.

V

El desempleo es una situación muy grave para cualquier sociedad.

En nuestro país este problema ha alcanzado cifras alarmantes.

Los desocupados están fuera de la actividad productiva y por lo mismo carecen de ingresos para llenar las necesidades propias o de su entorno familiar.

En las condiciones del capitalismo el que no produce plusvalía (no es fuente de ganancia) es un elemento extraño y por lo mismo es un marginado de la vida que pueda considerarse normal. Son los marginados quienes pasan  a formar lo que Carlos Marx llama el “ejército industrial de reserva”. Carecen de trabajo y de ingresos pero presionan sobre el nivel de salarios, de manera que se convierten en factor de sobrexplotación de los trabajadores ocupados. En la práctica una parte importante de los desocupados se agrupan en las zonas de miseria, conocidos como “tugurios”, y a una parte ellos las condiciones materiales especialmente adversas los convierten en el grupo llamado “lumpen”, es decir en grupos que generan las conductas delictivas o de absoluta  indigencia.

El 14 por ciento de la población económicamente activa carece de trabajo, en esta misma condición se encuentra el 48 por ciento de los jóvenes entre 15 y 24 años de edad, entre los 20 y 24 años de edad están desocupados cerca del 17 por ciento.

El crecimiento de la desocupación es generada especialmente por el modelo neoliberal de organización económica, vale decir es responsabilidad directa de la oligárquia y su política económica y social de entreguismo antipatriótico.

El asistencialismo no es capaz de resolver los problemas de la pobreza determinada por la falta de trabajo, al contrario, crea un modelo que, en última instancia, agrava los problemas derivados de la desocupación.

La solución hay que buscarla en la reactivación económica con contenido popular y patriótico al que nos hemos referido atrás.

La ruina de los agricultores pequeños y de los peones es la fuente principal de empobrecimiento.

Incluso productores prósperos hasta hace pocos años están ahora gravemente amenazados por las políticas infames de la oligarquía improductiva que es la clase dominante. Miles de pequeños productores se han visto obligados a abandonar su producción y otros, organizados en cooperativas están amenazados de correr la misma suerte. La prensa anuncia que cinco mil productores de café están en riesgo de quiebra, los piñeros nacionales están también al borde de la ruina. El capitalismo sometido al imperialismo y a sus planes que son la principal fuente de la desocupación, de la pobreza y de la miseria.

Los trabajos informales crecen tanto que según estudios la UNA de 10 puestos de trabajo nuevos, 9 son informales.

Para cambiar el modelo neoliberal impuesto por el imperialismo, es imprescindible un cambio político profundo que solamente podrá ser real si el pueblo se une y se organiza con el propósito de conquistar la justicia social.

Es imprescindible, para lograr la justicia social, romper los marcos establecidos por la oligarquía y la inaceptable injerencia imperialista.

Es necesario un esfuerzo mancomunado de los sectores populares para liberarses del modelo electoral basado en el neuromarketing político y abrir curso a una discusión democrática, realmente democrática, sobre los problemas nacionales. El pueblo debe estar capacitado para rechazar las mentiras y los engaños electoreros.

En el primero de mayo de 2913 don Omar Dengo “Negó y calificó de mentida y pobre la conquista que a la Revolución Francesa se le atribuye. La igualdad existe en cuanto a que la barbarie no ha desaparecido. La fraternidad en cuanto a que existe el mismo contubernio que siempre ha habido entre el poder político y el poder del oro.

Ese contubernio es precisamente la desgracia de los pueblos, de todos los trabajadores, los obreros, los campesinos y la intelectualidad trabajadora.

VI

Los militantes y los dirigentes de Vanguardia Popular estamos vitalmente interesados en la unidad popular. Esta ha de ser una alianza alrededor de un programa de reivindicación popular y patriótica. Popular especialmente por sus integrantes y patriótica por sus propósitos inmediatos. Todas las organizaciones sociales, de cualquier tipo, pueden tener cabida en su conformación. No importa su carácter, político, social, religioso o cultural En todo caso no tendrían cabida el hegemonismo, las vanidades insulsas y tampoco el irrespeto a las opiniones ajenas. Miembros de esa organización podrán ser todos los que se respeten los principios programáticos y las normas orgánicas aprobadas en un ejercicio de un acto democrático.

Con base en todos esos principios trabajaremos para lograr la justicia, la igualdad y el respeto a la integridad política y moral de nuestra patria.

 

PARTIDO VANGUARDIA POPULAR

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