El masivo éxodo de hondureños, guatemaltecos y salvadoreños es un justo reclamo ante los explotadores imperialistas, es la valiente respuesta a las oligarquías envilecidas por sus propios crímenes
Por: Humberto Vargas Carbonell
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Hondureños, algunos guatemaltecos y salvadoreños marchan hacia la frontera de los Estados Unidos, no van tras el mal llamado “sueño americano”, van en busca de un trabajo que les permita sobrevivir a la pobreza extrema. Son miles, pero representan una pequeña minoría de los muchos que sufren las consecuencias del modelo capitalista, que es un modelo capaz de exprimir el dolor, el sufrimiento y la miseria de grandes masas humanas.
Exprimen sudor y penurias para rellenar cuentas bancarias con lingotes de oro. Hace ya decenios que la Mamita Yunai, al igual que en nuestro país, en Honduras se apoderó de la voluntad de la clase dominante. Sus tentáculos llenaron toda la vida nacional. Si alguien necesita pruebas le aconsejo que lean las novelas de mi buen amigo Ramón Amaya Amador. Si se lee su primera novela “Prisión Verde” podrá encontrar una respuesta certera a las preguntas de hoy. Y sí del bananal criminal nos trasladamos al “Bajo Aguán” encontraremos un mundo de latifundistas protegidos por un Gobierno que ha abonado sus campos con sangre campesina. El Río Aguán es el mejor testigo puesto que a veces enrojece sus aguas con sangre campesina. Los asesinos son los señores de la política de las “alturas”, de los vendedores de su propia patria, es decir, los infames que traicionan cotidianamente los intereses del pueblo hondureño.
Es larga y trágica la historia del pueblo hondureño, se cuenta las vidas de los criminales y explotadores pero ahí, como en todo el mundo, se ignora a la víctima, que es todo el pueblo trabajador.
El capitalismo genera siempre una población que no cabe en su modo de obtener ganancias. Son los que no consiguen trabajo o los campesinos que no tienen tierra. Son los parias del destino infame de la explotación del hombre por el hombre. El capitalismo genera una sobrepoblación excedente como parte esencial en la naturaleza de su propio modo de producción.
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La ley capitalista de la población se puede resumir diciendo que para este modo de producción los que no son explotados son una población sobrante.
Carlos Marx se ocupó de este problema en su obra EL CAPITAL.
Cuando Marx cuando hace mención de un “ejército industrial de reserva se está refiriendo a aquellos que no siendo explotados en el trabajo son sumidos en la peor de las miserias.
Copio de El Capital, la obra más importante de Carlos Marx.
“Ahora bien, si la existencia de una superpoblación obrera es producto necesario de la acumulación o del incremento de la riqueza dentro del régimen capitalista, esta superpoblación se convierte a su vez en palanca de la acumulación del capital, más aún, en una de la condiciones de vida del régimen capitalista de producción. Constituye un ejército de reserva, un contingente disponible, que pertenece al capital de un modo tan absoluto como si se criase y mantuviese a sus expensas. Le brinda el material humano, dispuesto siempre a ser explotado a medida que lo reclamen sus necesidades variables de explotación e independiente, además, de los límites que pueda oponer el aumento real de población. (Carlos Marx. El Capital. T-1 pág. 535).
Más adelante agrega Marx: “Durante los períodos de estancamiento y prosperidad media, el ejército industrial de reserva ejerce presión sobre el ejército obrero en activo, durante las épocas de superproducción y paroxismo pone un freno a sus exigencias. La superpoblación relativa es, por tanto, el fondo sobre el cual se mueve la ley de la oferta y la demanda de trabajo. Gracias a ella, el radio de acción se encierra dentro de los límites que convienen en absoluto a la codicia y al despotismo del capital. (el mismo tomo pág. 541)
En el capitalismo, como lo hemos señalado, lo que importa es la fuerza de trabajo que se vende al explotador. Y cuando éste no lo requiere, no se ocupa de su destino y esa es también, en lo fundamental, la actitud de los gobiernos que representan el poder político de la clase dominante. Y este no es solamente un hecho explicable por razones económicas, es también es el resultado de la específica y perversa ética capitalista.
En los países dependientes, sometidos a intereses económicos imperialistas, los problemas se agravan, puesto que dependen de poderes extraños. La ley de la máxima ganancia se alcanza en base a métodos productivos que atentan contra la salud y hasta contra la vida de los trabajadores.
La dependencia neoliberal, aunque con nuevos métodos es tan brutal como el coloniaje. La ausencia de un desarrollo propio, endógeno, distorsiona absolutamente toda la vida económica, así como la vida social y cultural de los países dependientes.
Estas distorsiones tienen dos efectos sociales: de una parte genera una clase dominante parasitaria y corrupta, que se siente blindada por su sometimiento al poder extranjero y, por otro, un pueblo (obreros, campesinos, empleado y otros sectores medios), privados de la posibilidad del desarrollo y de la justicia social.
Las grandes migraciones tienen sus raíces en este modelo de dominación.
La tendencia propia del capitalismo dependiente es el crecimiento exponencial de la población relativamente sobrante; algunos sectores buscan refugio en el extranjeros y otros, con el calificativo de “desplazados” están obligados a soportar la vida miserable en su propio país.
Independientemente de las causas inmediatas, las grandes migraciones africanas, del Medio Oriente o de América Latina, tienen las mismas raíces políticas y sociales, derivadas de la política de las potencias imperialistas.
La dominación imperialista es el freno esencial al desarrollo económico propio.
Las clases dominantes de estos países, especialmente en nuestra Costa Rica, la oligarquía ha renunciado totalmente a un desarrollo económico propio; sus riquezas significativas están en poder de monopolios extranjeros y la burguesía improductiva y parasitaria obtiene su principal fuente de ingresos de la especulación y de actividades económicas secundarias.
Las riquezas son para los monopolios extranjeros, el usufructo del entreguismo para la oligarquía y la pobreza y la miseria para los trabajadores. Esta es la lógica del capitalismo dependiente.
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En Honduras, las dictaduras criminales, los golpes de Estado y los fraudes electorales han teñido su trágica historia. Estos son capítulos trágicos, siempre contra el pueblo. El factótum de la perversa oligarquía hondureña ha sido siempre el imperialismo norteamericano. La presencia militar yanqui ha sido la garantía del dominio imperial y garante de la explotación oligárquica.
El actual Presidente Juan Orlando Hernández es el resultado del más escandaloso y vulgar fraude electoral.
Honduras es manejada, con una amplia participación de los intereses de las mafias, especialmente los narcotraficantes.
El pueblo ha dado una respuesta contundente a esta situación. Ya se han sumado al éxodo hondureño ciudadanos de El Salvador y Guatemala. Y se sumarán más.
Estamos en presencia de una legítima sublevación de las victimas del imperio. No todos lo saben, seguramente, pero todos llevan el mismo reclamo de justicia y por las mismas razones.