Principios de filosofía (5)

Georges Politzer Filosofia

Por: Georges Politzer

¿QUIÉN TIENE RAZÓN: EL IDEALISTA O EL MATERIALISTA?

 I CÓMO DEBEMOS PLATEARNOS EL PROBLEMA

Ahora que conocemos las tesis de los idealistas y de los materialistas, vamos a tratar de saber quién tiene razón.

Recordemos que ante todo necesitamos comprobar, por una parte, que estas tesis son absolutamente opuestas y contradictorias; por otra parte que, ya sea que se defienda una u otra teoría, ello nos lleva acto seguido a conclusiones que, por sus consecuencias, son muy importantes.

Para saber quién tiene razón, debemos referirnos a los tres puntos en los cuales hemos resumido cada argumentación.

Los idealistas afirman:

  1. Que es el espíritu el que crea la materia.
  2. Que la materia no existe fuera de nuestro pensamiento, y que por consiguiente no es para nosotros más que una ilusión.
  3. Que son nuestras ideas las que crean las cosas.

Por su parte, los materialistas afirman exactamente lo contrario.

Para facilitar nuestro trabajo, debemos comenzar por lo que pertenece al dominio del sentido común y que más nos asombra.

1. ¿Es cierto que el mundo no existe más que en nuestro pensamiento?

2. ¿Es cierto que son nuestras ideas las que crean las cosas?

He aquí dos argumentos defendidos por el idealismo “inmaterialista” de Berkeley, cuyas conclusiones conducen, como en todas las teologías, a nuestra tercera pregunta:

3. ¿Es cierto que el espíritu crea la materia?

Se trata de cuestiones muy importantes, puesto que se relacionan con. el problema fundamental de la filosofía. En consecuencia, al discutirlas vamos a saber quién tiene razón, y ellas son particularmente interesantes para los materialistas, dado que las respuestas materialistas a estas preguntas son comunes a  todas  las filosofías materialistas -y por lo tanto, al materialismo dialéctico.

II ¿ES VERDAD QUE EL MUNDO NO EXISTE MÁS QUE EN NUESTRO PENSAMIENTO?

Antes de estudiar esta cuestión, debemos ubicar dos términos filosóficos que nos es preciso utilizar y que encontramos a menudo en nuestras lecturas.

  • Realidad subjetiva  (que quiere decir: realidad que existe solamente en nuestro pensamiento).
  • Realidad objetiva (realidad que existe fuera de nuestro pensamiento).

 

Los idealistas dicen que el mundo no es una realidad objetiva, sino subjetiva.

Los materialistas dicen que es una realidad objetiva.

Para demostrarnos que el mundo y las cosas no existen más que en nuestro pensamiento, el obispo Berkeley los descompone en sus propiedades (color, tamaño, densidad, etc.). Nos demuestra que esas propiedades, que varían según los individuos, no están en las mismas cosas sino en el espíritu de cada uno de nosotros. De ello deduce que la materia es un conjunto de propiedades no objetivas sino subjetivas y que, en consecuencia, no existe.

Si retornamos el ejemplo del sol, Berkeley nos pregunta si creemos en la realidad objetiva del disco rojo, y nos demuestra, con su método de discusión de las propiedades, que el sol no es rojo y no es un disco. Por consiguiente, el sol no es una realidad objetiva, porque no existe por sí mismo, sino que es una simple realidad subjetiva, puesto que no existe más que en nuestro pensamiento.

Los materialistas afirman que el sol existe de todos modos, no porque lo veamos como un disco chato y rojo -porque esto corresponde al realismo ingenuo, el de los niños y de los primeros hombres que no contaban más que con sus sentidos para controlar la realidad-, sino que afirman que existe invocando la ciencia. En efecto, ésta nos permite rectificar los errores que nuestros sentidos nos hacen cometer.

Pero ante este ejemplo del sol debemos plantear claramente el problema.

Diremos, con Berkeley, que el sol no es un disco ni es rojo, pero no aceptamos sus conclusiones: la negación del sol como realidad objetiva.

No discutimos las propiedades de las cosas sino su existencia.

No discutimos para saber si nuestros sentidos nos engañan y deforman la realidad material, sino si esta realidad existe fuera de nuestros sentidos.

¡Y bien!: los materialistas afirman la existencia de esta realidad fuera de nosotros y nos proporcionan argumentos que son la ciencia misma.

¿Qué hacen los idealistas para demostrarnos que tienen razón? Discuten sobre palabras, hacen grandes discursos, escriben numerosas páginas.

Supongamos por un instante que tuvieran razón. Si el mundo no existe más que en nuestro pensamiento, ¿entonces el mundo no ha existido antes que los hombres? Sabemos que esto es falso, porque la ciencia nos demuestra que el hombre ha aparecido muy tardíamente sobre la tierra. Ciertos idealistas nos dirán entonces que antes del hombre había los animales y que podía alojarse en ellos el pensamiento. Pero sabemos que antes de los animales existía una tierra inhabitable sobre la cual no era posible ninguna vida orgánica. Otros nos dirán que incluso si sólo existía el sistema solar sin que existiera el hombre, de todos modos el pensamiento, el espíritu, existían en Dios. De este modo llegamos a la forma suprema del idealismo. Debemos elegir entre Dios y la ciencia. El idealismo no puede sostenerse sin Dios y Dios no puede existir sin el idealismo.

He aquí, pues, cómo plantear exactamente el problema del idealismo y del materialismo:

¿Quién tiene razón? ¿Dios o la ciencia?

Dios es un puro espíritu creador de la materia: una afirmación sin prueba.

La ciencia va a demostramos, mediante la práctica y la experiencia, que el mundo es una realidad objetiva, y va a permitimos responder a la pregunta:

III ¿ES VERDAD QUE SON NUESTRAS IDEAS LAS QUE CREAN LAS COSAS?

Tomemos, por ejemplo, un ómnibus que pasa en el momento en que atravesamos la calzada en compañía de un idealista con el cual discutimos para saber si las cosas tienen una realidad objetiva o subjetiva y si es cierto que son nuestras ideas las que crean las cosas. No cabe duda de que si no queremos ser aplastados, pondremos mucha atención. Por consiguiente, en la práctica el idealista está obligado a reconocer la existencia del ómnibus. Para él, prácticamente, no hay diferencia entre un ómnibus objetivo y un ómnibus subjetivo, y esto es tan justo que la práctica proporciona la prueba de que los idealistas, en la vida, son materialistas.

A este respecto, podríamos citar numerosos ejemplos en que veríamos que los filósofos idealistas y aquellos que sostienen esta filosofía, no desdeñan ciertas bajezas “objetivas” para obtener lo que para ellos no es más que realidad subjetiva.

Es por eso, además, que ya no se ve a nadie afirmar, como Berkeley, que el mundo no existe. Los argumentos son mucho más sutiles y disimulados. (Consulten, como ejemplo de la manera en que argumentan los idealistas, el capítulo titulado “El descubrimiento de los elementos del mundo”, en el libro de Lenin Materialismo y Empiriocriticismo.)

Por consiguiente, “el criterio de la práctica” -según el término de Lenin- es el que nos permitirá confundir a los idealistas.

Por otra parte, éstos no dejarán de decir que la teoría y la práctica no son lo mismo, que son dos cosas completamente diferentes. Esto no es cierto. Únicamente la práctica nos demostrará, mediante la experiencia, si una concepción es justa o falsa.

El ejemplo del ómnibus demuestra que el mundo tiene, pues, una realidad objetiva, y que no es una ilusión creada por nuestro espíritu.

Nos falta ver ahora -dado que la teoría del inmaterialismo de Berkeley no puede sostenerse ante las ciencias ni resistir al criterio de la práctica- si, como afirman todas las conclusiones de los filósofos idealistas, de las religiones y de las teologías, el espíritu crea la materia.

IV ¿ES VERDAD QUE EL ESPÍRITU CREA LA MATERIA?

Tal como lo hemos visto antes, para los idealistas el espíritu tiene su forma suprema en

Dios. Él es la respuesta final, la conclusión de su teoría, y es por eso que el problema  espíritu-materia se plantea en último análisis (para saber si tiene razón el idealista o el materialista), bajo la forma del problema: “Dios o la ciencia”.

Los idealistas afirman que Dios ha existido desde toda la eternidad y que, no habiendo experimentado ningún cambio, es siempre el mismo. Es el espíritu puro, para el cual no existen ni el tiempo ni el espacio. Es el creador de la materia.

Para sostener su afirmación de Dios, tampoco aquí presentan los idealistas ningún argumento.

Para defender al creador de la materia han recurrido a un montón de misterios que un espíritu científico no puede aceptar.

Al remontarse a los orígenes de la ciencia y observar que los hombres primitivos forjaron en su espíritu la idea de Dios instintivamente y a causa de su gran ignorancia, se comprueba que los idealistas del siglo XX continúan ignorando, como los primeros hombres, todo lo que un trabajo paciente y perseverante ha permitido conocer. Porque al fin de cuentas, Dios, para los idealistas, no puede explicarse, y sigue siendo para ellos una creencia  sin ninguna prueba. Cuando los idealistas quieren “probarnos” la necesidad de una creación del mundo diciendo que la materia no ha podido existir siempre; que necesariamente ha debido tener un nacimiento, recurren a un Dios, el cual, por su parte, nunca tuvo comienzo. ¿Acaso resulta más clara esta explicación?

Por el contrario, para sostener sus argumentos los materialistas se servirán de la ciencia, que los hombres han desarrollado a medida que hacían retroceder “los límites de su ignorancia”.

Ahora bien: ¿la ciencia nos permite pensar que el espíritu haya creado la materia? No.

La idea de una creación por un espíritu puro es incomprensible, porque no conocemos nada semejante en la experiencia. Para que esto fuera posible, hubiera sido necesario, como dicen los idealistas, que el espíritu existiera solo, antes que la materia, mientras que la ciencia nos demuestra que esto no es posible y que jamás hubo espíritu sin materia. Por el contrario, el espíritu está siempre unido a la materia, y en particular comprobamos que el espíritu del hombre está unido al cerebro, que es la fuente de nuestras ideas y de nuestro pensamiento. La ciencia no nos permite concebir que las ideas existan en el vacío.

Por lo tanto, para que el espíritu-Dios pudiera existir sería necesario que tuviera un cerebro.

Por eso podemos decir que no es Dios quien ha creado la materia y por lo tanto el hombre, sino que es la materia, bajo la forma del cerebro humano, la que ha creado al espíritu-Dios.

Más adelante veremos si la ciencia nos da la posibilidad de creer en un Dios o en algo sobre lo cual el tiempo no tuviera efecto y para quien el espacio, el movimiento y el cambio no existieran.

Desde ya podemos llegar a una conclusión. En su respuesta al problema fundamental de la filosofía:

V LOS MATERIALISTAS TIENEN RAZÓN Y LA CIENCIA PRUEBA SUS AFIRMACIONES

Los materialistas tienen razón al afirmar:

  1. Contra el idealismo de Berkeley y contra los filósofos que se ocultan tras su inmaterialismo: que el mundo y las cosas, por una parte, existen fuera de nuestro pensamiento y no tienen necesidad de nuestro pensamiento para existir; por otra parte, que no son nuestras ideas las que crean las cosas sino que, por el contrario, son las cosas que nos dan nuestras ideas.
  2. Contra todas las filosofías idealistas, porque sus conclusiones conducen a afirmar la creación de la materia por el espíritu, o sea, en última instancia, a afirmar la existencia de Dios y a sostener las teologías, los materialistas, apoyándose en las ciencias, afirman y prueban que es la materia la que crea el espíritu y que no necesitan la “hipótesis-Dios” para explicar la creación de la materia.

Observación. – Debemos prestar atención a la manera en que los idealistas plantean los problemas. Nos afirman que Dios ha creado al hombre cuando ya hemos visto que es el hombre el que ha creado a Dios. Por otra parte, afirman también que es el espíritu el que ha creado la materia, cuando vemos que en verdad es exactamente lo contrario. Debemos destacar esta manera de invertir las perspectivas.

 

 

 

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LECTURAS
Lenin, Materialismo y Empiriocriticismo, pág. 71: “¿Existía la naturaleza antes que el hombre?”; p. 85 a 89: “¿Piensa el hombre con el cerebro?” Ediciones en Lenguas Extranjeras, Moscú. Engels, Ludwig Feuerbach, “Idealismo y Materialismo”.

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