El Presidente viaja, pero la situación del país, es decir del pueblo, empeora día a día

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En busca de negocios para los ricos, al pueblo impuestos y aumento de tarifas
Por: Humberto Vargas Carbonell

Don Luis Guillermo, el Presidente, nos anuncia un nuevo viaje al exterior, uno más que, contando los recorridos recientes, han de sumar un esfuerzo equivalente a muchos meses de trabajo.

Ayer anunciaron, con bombos y platillos, que la KLM restablece los vuelos directos del Aeropuerto Juan Santamaría al Schiphol. Dicho en sencillo de Alajuela a Holanda.

Parece que este Presidente, como muchos de los anteriores, acabó enamorado del protocolo diplomático.

En los Países Bajos lo recibirá el Rey Guillermo Alejandro y en la Gran Bretaña, la siguiente escala, es de esperar que se encuentre con Isabel, una Isabel que a pesar de todos los esfuerzos anticolonialista, es reina con súbditos en todos los continentes.

Tenemos la esperanza de que este periplo sea más transparente y menos preocupante que el que llevó a la Presidenta Laura Chinchilla y a su segundo, el señor Lieberman, a Perú;  viaje que nos dejó hondas preocupaciones, no tanto por la boda a la que asistieron sino más bien por la rara  generosidad del propietario de la nave que los llevó y los trajo.

Dice el Presidente Solís que va en busca de más “inversión directa extranjera”. Esas son sus palabras y este, precisamente es el fondo del asunto. Esta llamada IDE ha resultado ser la panacea burguesa para todos los males de la economía de los países pobres, sin pensar que ese remedio es precisamente la enfermedad.

Los capitales que se desplazan desde los países imperialistas  a los países pobres es precisamente el gran obstáculo para el desarrollo endógeno,  que es lo realmente urgente y necesario.

Dicho en otras palabras, la inversión extranjera puede llenar vacíos económicos que, objetivamente,  no se puedan llenar con recursos propios, pero ha de ser congruente con un proceso de desarrollo propio, sustentable y en el que sea prioritario el uso de  recursos propios, la defensa del medio ambiente y total respeto a la soberanía nacional.

Vendiendo mano de obra barata, electricidad barata, profesionales mal pagados, uso abusivo e irracional de los recursos naturales y sacando del país todos los excedentes producidos por  la explotación del trabajo en forma de ganancia, no existe ninguna posibilidad de un desarrollo propio y de perspectivas positivas.

Este modelo es el meollo del neoliberalismo y el neoliberalismo es  traición a los intereses nacionales. Los tratados de libre comercio, principalmente el TLC, se levantan como una poderosa muralla en la que se estrellan las ansias de progreso.

Este modelo ha generado una burguesía especulativa, improductiva, apátrida, que es la responsable directa de la pobreza, del desplazamiento de los ciudadanos del campo, de los tugurios, de la miseria y del agravamiento de los problemas relacionados con las actividades antisociales.

Hemos tomado el nefasto camino de formar enclaves turísticos, con todos los lujos imaginables pero repugnantes, rodeados de pueblos extremadamente pobres.

La economía campesina está en proceso de destrucción y sus potenciales gestores padeciendo pobrezas y angustias. Los alimentos básicos son importados en un alto porcentaje pudiendo ser producidos en nuestros suelos feraces. La crisis de los campesinos se repite en los problemas de los pequeños y medianos pescadores.

El comercio ha sido monopolizado por empresas extranjeras. Walmart, es un monopolio destructor.

El comercio pequeño y medio ha sido desplazado.

Las pequeñas y medianas empresas de producción fabril o artesanal están feneciendo ante los ojos de los gobernantes. Actividades enteras han desaparecido totalmente, como es el caso de los sastres, los pulperos, los talleres de zapatería, las costureras y muchas más.

La inversión extranjera en la agricultura exprime el sudor de los trabajadores y la fertilidad de la tierra y nos devuelve  terrenos desgastados e improductivos. Esto es lo que ocurrió en el Pacífico Sur con la Compañía Bananera. Es una explotación típicamente colonial, es decir, irresponsable.

La gran tarea económica de un Estado popular es el desarrollo propio.

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