Un mes agitadillo

Columna de Tío Abio

Desde sus inicios, noviembre del 2016 prometía ser un mes movidillo, especialmente por las elecciones USA, cuyo resultados dejaron mal parados a encuestadores y analistas, quienes nunca imaginaron que el candidato menos favorecido con el voto popular sería el ganador. Pero es que allá, donde las universidades imparten cátedra al mundo entero sobre democracia, las elecciones son así, e incluyen, además, estados que no permiten la presencia de observadores.

El sector empresarial de Costa Rica palideció tras el anuncio de Donald Trump de traerse abajo el Tratado de Libre Comercio, conocido como TLC.

No es el caso ahora, analizar las consecuencias del famoso tratado, que movilizó en su momento una multitudinaria oposición del pueblo costarricense. Lo que sí queda claro con la amenaza de Trump, es a quiénes favorecía el TLC. Esos sectores de la burguesía, a quienes no les tembló el pulso para poner en venta nuestras preciadas instituciones, ven tambalearse ahora los negocios nacidos al calor del tratado.

Por supuesto, acabar con el TLC, en el caso que Trump cumpliera su promesa, no incluye la protección del ICE o del INS contra la privatización. Eso tendrá que seguir siendo tarea del pueblo, que parece tener mejor olfato para saber con quién se deben hacerse los negocios.

Por otra parte, expertos consultados por la prensa, sobre las implicaciones de la administración Trump para la economía de nuestro país, han insistido reiteradamente que no vislumbran ningún peligro a corto plazo. Ambas posiciones resultan contradictorias, porque mientras unos tiemblan al ver peligrar sus negocios, otros sostienen lo contrario.

En todo caso, la suerte de los sectores populares de Costa Rica, cuenta poco o nada para demócratas o republicanos.

Por otro lado, el que parece haber puesto la fiesta en el país es el expresidente Figueres con sus divertidas autoacusaciones sobre manejos indebidos durante su gestión. Es posible que busque con ello imponerse en la próxima convención liberacionista, por encima de Alvarez de Santi o González el de Alajuela. Y es que el truco le funcionó cuando ganó la presidencia de la república en 1994, porque el candidato más señalado por sus negocios oscuros sobre minería o sus trampas para ganar exámenes de estudiante, se los restregó de frente la periodista Pilar Cisneros. En esa oportunidad el hijo del caudillo terminó siendo una víctima, y el factor lástima tuvo su cuota de responsabilidad en el triunfo liberacionista.

A los cargos que el mismo Figueres se atribuye (se imputa, digamos, para que salga en verso) hay que sumarle uno que parece irrespetar toda censura, pero ese no es por su culpa.
A todo eso hay que agregarle ahora un nieto de aparición repentina en el que casi nadie cree, porque eso no es más que un abolengo inventado con fines publicitarios, parte de un show que nadie sabe si le funcionará.

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